El presidente electo de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) habló sobre los desafíos de su gestión y de la industria periodística: la retórica populista contra el periodismo, los asesinatos y el exilio forzado de periodistas, la sostenibilidad de los medios y su relación con las grandes plataformas tecnológicas
Roberto Rock, periodista mexicano de destacada trayectoria, y fundador y director de La silla rota, uno de los sitios informativos con mayor audiencia en su país, asumirá formalmente el próximo domingo la presidencia de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), la entidad más representativa de la industria periodística en el continente, con más de 1.300 medios asociados. Desarrolló la mayor parte de su carrera en el diario El Universal, donde fue director editorial, vicepresidente y director ejecutivo adjunto. En los últimos doce meses, ocupó la vicepresidencia de la SIP después de haberse desempeñado como presidente de la comisión de Libertad de Prensa de la entidad durante varios años. Esta entrevista tuvo lugar pocos días antes del inicio de la asamblea anual de la SIP, en la que se abordarán los principales problemas que enfrenta el periodismo desde Canadá y Estados Unidos hasta la Argentina y Chile.
-¿Cuáles serán los principales desafíos en la nueva gestión de la SIP?
–El eje central de la vida de la SIP es la defensa de la libertad de expresión. Es importante rediseñar y fortalecer nuestras estrategias frente a una realidad muy compleja. Existe una narrativa común en gobiernos que desarrollan un tono populista que colocan al periodismo en el lugar de adversario del pueblo. Esa retórica busca restar legitimidad a los medios de comunicación en su tarea de intermediación y también pretende deshumanizar a los periodistas. Ese discurso puede encontrarse en un (Donald) Trump en Estados Unidos o en un (Andrés Manuel) López Obrador en México. Es un fenómeno que se produce en sociedades desencantadas con la democracia, en gran medida porque son sociedades muy desiguales. También nos interesa, desde la SIP, apoyar la sostenibilidad de la industria periodística, que está en una transición complicada por distintos factores. Uno de ellos es el crecimiento de internet como canal primordial de distribución y consumo de noticias, con el consecuente debilitamiento de los canales tradicionales. Otra ruta fundamental para lograr nuestros objetivos será dotar a la SIP de mayor protagonismo en diversos foros y espacios de debate en torno a la libertad de expresión, la sostenibilidad y los problemas específicos de los entornos digitales. Son materias que cambian constantemente. La temática más emergente de los últimos meses se vincula a las nuevas herramientas de generación automatizada de contenidos, que uno se resiste a llamar inteligencia artificial porque hay poca inteligencia allí. Son plataformas que plagian contenidos de terceros y esto representa un desafío para la defensa de la propiedad intelectual de quienes los generan. Es una nueva fase de la disputa de los medios con plataformas como Amazon, Google o las redes sociales que utilizan, sin reconocer sus derechos, contenidos de los medios cuya producción implica un alto costo para estos. Hay planteos de monopolio por concentración en la contratación de publicidad y la difusión de contenidos.
– Otro fenómeno preocupante es el de los periodistas que deben dejar sus países por las amenazas del crimen organizado o el hostigamiento de los gobiernos.
-No es un fenómeno nuevo pero se ha agudizado en países como Venezuela, Nicaragua o El Salvador. Las historias de estos exilios forzados de periodistas son diversas. Colegas que en el país en el que se asilan se ven forzados a dejar el periodismo y ganarse la vida como pueden. Algunos tratan de insertarse en la profesión en el país al que llegan y otros tratan de ejercerla atendiendo a sus comunidades en el país de exilio o en el propio, a la distancia, con las dificultades que eso implica.
-En 2022, más de la mitad de los periodistas asesinados fueron asesinados en América Latina y, dentro de la región, más del 40% solo en México. ¿Por qué ocurre esto?
–México vive, desde hace unos años, un ciclo de crecimiento de asesinato de periodistas. El gobierno de López Obrador tomó ese fenómeno ya con tasas altísimas, que venían del gobierno de (Enrique) Peña Nieto, pero no pudo disminuirlas. Hay una aparente apatía del gobierno actual. No se si hay una complicidad del gobierno pero lo cierto es que el resultado de una eventual complicidad sería el que tenemos. La violencia contra periodistas, que incluye extorsiones, secuestros y asesinatos, trae aparejada una tragedia paralela que es la autocensura. En la mitad de los estados mexicanos, particularmente en aquellos en los que el crimen organizado es más violento, los medios de comunicación no hablan sobre el narcotráfico. Los editores reciben llamadas con amenazas para que no se publiquen ciertas cosas. Hay casos de periodistas golpeados y torturados de los que nadie se entera en sus comunidades. También resulta difícil que los grandes medios de la capital del país enfoquen adecuadamente el fenómeno. Falta un seguimiento atento de las causas judiciales, un registro preciso de los casos. También hay una responsabilidad de las empresas periodísticas en la capacitación, en la mejora de las condiciones laborales, en el desarrollo de los protocolos, en la contratación de seguros para los periodistas, en la superación de los recelos con los medios de la competencia. Los periodistas se quiebran en su tarea cuando ven que toda su comunidad está entregada al narcotráfico: la policía, la política, las empresas y los jóvenes que aspiran a sumarse a sus filas.
-La disputa de los medios con las grandes plataformas tecnológicas por el reconocimiento de sus derechos por el uso de sus contenidos tiene novedades legislativas dentro del continente en países como Canadá, está instalado el debate en Estados Unidos, hay idas y vueltas de proyectos en Brasil y en general un estancamiento en la discusión en casi todo el resto de la región. ¿Cómo ve este escenario?
-Hace cinco años, la SIP emitió una declaración en la ciudad de Salta, en la Argentina, en la que estableció algunos ejes sobre la forma en que se manifiesta la libertad de expresión y el acceso a la información en las plataformas digitales. En estos días la SIP anunciará que dará a conocer en la asamblea del año próximo, que se hará en Córdoba, Argentina, una nueva versión de esa declaración. La SIP contará con la colaboración de numerosos especialistas en libertad de expresión y en cuestiones digitales que recojan lo que está sucediendo en materia legislativa en otros países del mundo y que incluya criterios para la negociación con las grandes plataformas. Hay acuerdos en la región por el pago por contenidos entre las plataformas y los medios que algunos se han negado a firmar a la espera de nuevas leyes en la materia. También hay aportes de Google, a través de un proyecto impulsado por la SIP, a medios que pertenecen a países donde no existen esos convenios. Pero nada de esto condiciona a la SIP. El mandato que tenemos de la industria creemos que implica conversar con las plataformas sin ceder en la defensa de los derechos de los medios. La conversación está lejos de concluir con los acuerdos existentes. Es una base que debería crecer, escalar. Ponernos de acuerdo sería beneficioso para todas las partes. Si a los medios les va bien, a plataformas como Google, que ofrece a la industria periodística sus canales de monetización, también les será beneficioso. Una cuestión adicional es la de los cambios del algoritmo, que se ha convertido en una pesadilla para los medios. Esos cambios han derrumbado el tráfico de los medios. La industria periodística necesita entender, para poder adaptarse, cuál es la lógica y la oportunidad de esos cambios.
Por Daniel Dessein