El lunes 4 de marzo falleció, a los 80 años, Alberto Jorge Gowland Mitre, destacado abogado, miembro del directorio de la S.A. LA NACION, ligado toda su vida por un profundo amor y una inclaudicable lealtad al diario fundado por su tatarabuelo, Bartolomé Mitre, y que honró la tradición recibida de sus mayores con la integridad moral de su conducta: fue un hombre justo, de una sola pieza.
Fue presidente y vicepresidente del directorio de la empresa que da sustento a la centenaria tribuna de doctrina y al fallecer ejercía desde hace muchos años la presidencia de la Asociación de Editores de Diarios de Buenos Aires (AEDBA).
El 17 de diciembre, “Georgie”, como lo llamaban todos los que lo conocían y querían, celebró sus 80 años con su esposa, María Luisa Malbrán; sus siete hijos, y catorce nietos, en una afectuosa reunión familiar en La Cumbre, Córdoba, un lugar de especial significación para su vida. Nada hacía prever en ese momento tan feliz una grave enfermedad de súbito desenlace.
Alberto Jorge Gowland, ingeniero agrimensor, fue radioaficionado, presto a colaborar en comunicaciones radiofónicas para solucionar problemas sanitarios, y presidió el Aero Club La Cumbre, desarrollando la comunicación aérea en esa ciudad. Su madre, Angélica Mitre, fue una persona de una gran bondad, que desplegó en la presidencia de la Asociación Guías Argentinas y como coordinadora de muchas entidades agrupadas en la Organización para la Asistencia a la Comunidad. De serenas y firmes convicciones católicas, fue premiada por su acción social con el premio Golda Meir por la Asociación de Mujeres Israelitas.
Gowland Mitre fue también productor agropecuario en Salto, dirigente de Expoagro y actor en múltiples iniciativas de educación y progreso social. Desde su papel en La Nación, fue también síndico y director de Papel Prensa, directivo en la Comisión Empresaria de Medios de Comunicación Independientes (Cemci), vicepresidente de la sociedad La Voz del Interior. Desarrolló una amplia y amistosa relación con distribuidores y vendedores de diarios, buscando facilitar la innovación y la ampliación de horizontes ante el cambio tecnológico cuando la venta de diarios y revistas no resulta un sostén suficiente para la subsistencia de muchos quioscos en los que van mermando los lectores de otrora.
A ese entorno acogedor y benéfico que lo guio en sus primeros años, Georgie agregó el sello personal de virtudes desarrolladas a lo largo de una vida coherente con sus principios. Estudió en el colegio Cardenal Newman, donde se aficionó al rugby, que jugó y del que siguió pendiente hasta sus últimos días. Estudió Derecho en la Universidad Católica Argentina (UCA) y llegó a ser un brillante abogado, vicepresidente del Colegio de Abogados de la Ciudad de Buenos Aires. Esa disciplina no era para él una simple dedicación profesional para ganarse la vida. Mostraba una profunda vocación por la justicia. En sus comienzos, se preguntaba cómo armonizar sus principios cristianos con la litigiosidad de los conflictos y los desencuentros en las relaciones humanas que pueden generarse en los pleitos. Una síntesis que supo lograr con una conducta llena de caballerosidad y transparencia. Durante un año resignó su cátedra de adjunto en la UCA porque debía litigar contra su titular, de quien tuvo una gran admiración y se consideró gran amigo, pese a que le llevaba unos veinte años: el jurista y eximio humanista, versado en la poesía del Dante, Jorge Mazzinghi. Gowland Mitre lo sucedió en la titularidad de la cátedra de Derecho de Familia, y la honró con su dedicación y su pensamiento esclarecido.
La familia no fue para él un tema teórico; fue una realidad vital. Su matrimonio con María Luisa Malbrán fue de una solidez y compenetración admirables. Tuvieron siete hijos: Alberto, Santiago, Luisa, Paulina, Miguel, Juan y Sofía. Y con enorme unidad espiritual, juntos encararon tareas como la de la Fundación El Arca, que su esposa presidió, para personas con discapacidad, así como el Centro Claudina Thevenet. A partir de una situación que les tocó vivir de cerca, ellos mostraron cuánto puede esperarse de la superación y animación temprana de quienes han sufrido alguna discapacidad y tienen tanto para dar –no solo recibir– a los demás.
Alberto Jorge Gowland Mitre había nacido en Buenos Aires el 17 de diciembre de 1943.
Fuente: La Nación