Coincidiendo con el cumpleaños del Papa, se evocó el fruto de la mediación de san Juan Pablo II en un acto organizado por Casa Común, la Comunidad San Egidio y la Comisión Arquidiocesana de Ecumenismo.

El día en que se celebraba el 88 cumpleaños del Papa Francisco, el pasado martes 17 de diciembre, se realizó un acto conmemorativo de los 40 años del tratado de Paz y Amistad entre la Argentina y Chile, fruto de la mediación del papa san Juan Pablo II, en la Casa de la Amistad (Rivadavia 851. Ciudad de Buenos Aires).

«Celebramos la vida, celebramos la amistad, celebramos la paz», fue el lema del acto que unió la coincidencia temporal de esos aniversarios, considerando que el tratado «fue, hace 40 años, un triunfo del diálogo y del encuentro, a los que Francisco convoca una y otra vez».

Organizaron la reunión Casa Común, la Comunidad de San Egidio -que está arreglando ese viejo local de Rivadavia 851, donde desde hace ya algunos meses ofrece semanalmente comidas para personas en situación de calle- y la Comisión Arquidiocesana de Ecumenismo y de Diálogo Interreligioso.

Al mismo tiempo, se expuso un sello postal que emitió el Correo Argentino con ocasión del 40° aniversario. Al respecto, el presidente de ese organismo oficial, Camilo Baldini, dijo que él tenía 13 años cuando se firmó el tratado y mostró emoción al recordar que estuvo en el acto conmemorativo realizado en Roma con el Papa (cuyas palabras los asistentes pudieron escuchar en un video).

Estuvieron presentes también, en la Casa de la Amistad, el embajador de Chile, José Antonio Vera-Gallo; el consejero de la Nunciatura Apostólica, monseñor Daniele Liessi; y los ex embajadores argentinos ante la Santa Sede Vicente Espeche Gil Carlos Custer.

Condujo el acto el locutor y periodista Fernando Bravo. Primero habló Andrea Poretti, de la Comunidad de San Egidio, quien hizo notar que, en ese lugar, donde en Navidad se armarán mesas «para recibir a 80 amigos de las calles», se había colocado un icono de san Juan Pablo II, «a quien debemos el impulso de las negociaciones que llevaron a la firma de los acuerdos».

Agradeció asimismo a tantos que se comprometieron en la preparación del acto conmemorativo, especialmente «al promotor y motor, el querido José Ignacio López, incansable obrero de paz y unidad». En ese sentido. se proyectaron partes de un documental con datos y testimonios sobre el conflicto con Chile por el Beagle, «La guerra que no fue», preparado por ese veterano periodista, que preside la entidad Casa Común y fue vocero en la presidencia de Raúl Alfonsín.

López recordó que, como periodist,a había cubierto una reunión en Puerto Montt entre los generales Augusto Pinochet y Jorge Rafael Videla -a la sazón presidentes de ambos países-, en medio de la tensión del conflicto, y que, cuando llegó el cardenal Antonio Samoré como enviado papal, le arrancó una frase que luego quedó como una definición en medio de la incertidumbre. «Eminencia, ¿alguna lucecita no hay?», le preguntó. «Hay: alguna lucecita hay siempre», respondió Samoré.

El titular de Casa Común entregó al Consejero de la Nunciatura, monseñor Liessi, un retrato del papa Francisco que le hizo llegar un médico especializado en medicina nuclear, Silvio Kremenchuzky, a quien conoció hace poco por la calle, que había trabajado en la Comisión Nacional de Energía Atómica (Conae) y que forma parte, con otros colegas, de una asociación llamada Átomos por la Paz.

Tuvo también una breve intervención el embajador Enrique Candioti, que fue jefe alterno de la delegación argentina durante la mediación papal, el cual señaló las dificultades que debieron afrontarse en las negociaciones, aunque aclaró que los dos países estaban convencidos de que era necesario llegar a un acuerdo.

Luego, el presbítero Carlos White, de la Comisión Arquidiocesana de Ecumenismo, invitó a los creyentes a una oración por la paz, que «no es como una botella que uno tira al mar», sino que demanda una vida de compromiso y esfuerzo cotidiano por la justicia y la paz.

Finalmente, se encendieron unas velas y una integrante de la Comunidad San Egidio dijo que, cada tercer lunes de mes, en la parroquia Santa María de Trastevere, en Roma, San Egidio reza por la paz y por todos los pueblos que sufren a causa de la guerra. Se recuerdan entonces numerosas situaciones de guerra que hay en el mundo y, para cada una de ellas, se enciende una luz de paz.

Mencionó entonces a muchos países y, entre otras intenciones, pidió que el recuerdo de Nagasaki e Hiroshima evite el peligro de la destrucción nuclear; por el fin del terrorismo y los ataques contra los cristianos en Pakistán; por el fin de la guerra civil y de la violencia en Sudán y Sudán del Sur; por el fin de la guerra de Ucrania, para que callen las armas y se abra la vía de la paz; por la paz y el fin de toda violencia en Tierra Santa y en Gaza, en el conflicto entre israelíes y palestinos, así como por por la liberación de los rehenes, por la protección de los civiles, para que se alcance una tregua y se reanude el diálogo. Pidió también por la paz en Somalía, en Yemen, en Libia; por la paz, la estabilidad y la convivencia pacífica en el Líbano; para que en México termine la violencia que provoca el narcotráfico… También se pidió por la liberación de todos los secuestrados en cualquier parte del mundo.

«Te pedimos, Señor, que desarmes los corazones y las mentes de los proyectos de muerte y destrucción», oró.

Entre otras personas, estuvieron la directora de Cultos de la Ciudad, Pilar BoscaMarco Gallo, directivo de San Egidio; el fotógrafo Víctor Bugge, quien, con el impulso de Casa Común, ha hecho muestras fotográficas sobre el papa Francisco, a quien tomó muchas fotos desde que era el arzobispo de Buenos Aires; Eduardo Rodríguez, de la Asociación Cristiana de Jóvenes; el rabino Shaul Bonino y su esposa; Alberto ZimmermanRoberto BoscaMargarita RoncoMarcelo Figueroa; y los periodistas Antonio Rodríguez VillarSergio RubinMarta LópezEugenia Boveda Gustavo Abu Arab.+ (Jorge Rouillon) 

Fuente: aica.