Presentación realizada en Bagnaia, Italia, el 25 de mayo de 2018, en “Growing Between the Lines”, una conferencia promovida por el “Osservatorio Permanente Giovani-Editori”, encuentro íntimo de editores italianos, figuras globales de medios y tecnología más cientos de estudiantes destacados, la nueva generación de líderes italianos.

Mil setecientos millones. La world wide web cuenta hoy con más de 1.700 millones de sitios.

Una explosión de expresión que sobrepasa cualquier cosa que hayamos visto o imaginado jamás.

En sociedades abiertas, es el epítome de la libre expresión tal como la reconoce la Carta de la
Unión Europea. Transformó cómo nos comunicamos, cómo aprendemos, cómo compramos, cómo vendemos, cómo nos informamos sobre las cuestiones de nuestro tiempo y cómo formamos nuestra opinión sobre ellas. Internet expandió exponencialmente tanto el mercado de las ideas como el mercado de la información. Trajo un valor extraordinario a nuestras sociedades e introdujo nuevos desafíos a nuestras instituciones, a nuestra política y, claro, al propio periodismo.

A un nivel existencial, presenta una pregunta paradójica: ¿cómo pueden las democracias sobrevivir y prosperar en un entorno de libre expresión irrestricta? Las democracias triunfan gracias a su habilidad de alcanzar consensos entre visiones diferentes. ¿Cómo pueden prosperar las democracias en un ambiente que requiere construir puentes sobre la brecha entre realidad? ¿Cómo podemos cerrar esa brecha con una estructura perdurable de hechos comúnmente aceptados provenientes de fuentes respetadas? Los hechos son importantes. La profesión periodística es importante.

Quienes desarrollamos actividades periodísticas, ¿podemos crear nuevos abordajes en la búsqueda de hechos comúnmente comprendidos y no caer en la tentación de amplificar nuestras divisiones?

Hoy quisiera enfocarme en el futuro del periodismo. Pero antes demos un paso atrás para ver de dónde venimos, porque quizás nos haga ver más fácilmente hacia dónde nos encaminamos.

Sí, la Internet ocurrió. Redujo dramáticamente las barreras para la publicación. Creó un vasto nuevo mercado informativo, un nuevo mercado que ofrece exponencialmente más opciones que el mundo impreso. Una riqueza de opciones que desató cambios radicales en el comportamiento de los consumidores.

Pensemos, treinta años atrás, en periódicos como Corriere della Sera, La Stampa o, para el caso, el Providence Journal, donde mi padre mantenía las prensas en funcionamiento.

Podríamos pensar que eran como la Internet para sus comunidades. No eran interactivas, pero ofrecían toda la información que uno podía necesitar para la vida cotidiana. Sí, las noticias locales, pero también toda la información mundana pero útil que uno pudiera desear — desde resultados deportivos, críticas de películas, recetas a clasificados y mucho, mucho más.

Mundana, pero inmensamente valiosa como un imán para los anunciantes.

El inmenso mercado informativo que es la web cambió los comportamientos de consumo de la información. Pensemos en las diferencias. Cuando cumplí dieciséis años, los suficientes como para manejar un auto, mi padre me compró un auto usado que buscó en los clasificados del periódico local. ¿Harían lo mismo hoy? Irían a Craigslist en los Estados Unidos o a Gumtree el Reino Unido o AutoScout24 en muchas partes de Europa.

Cuando mi madre quería una nueva receta para la cena del domingo recortaba una de la sección de comidas del diario, y también los cupones de descuento para los ingredientes. Hoy mi esposa y yo vamos a Epicurious.com, BonAppetit.com o New York Times Cooking. O pedimos comida de cualquiera de una batería de restaurantes.

Cuando me gradué, encontré mi primer trabajo en los anuncios del Washington Post. Hoy, eso lo haría en Monster.com, LinkedIn o Infojob IT en Italia.

Lo mismo para anuncios inmobiliarios. Nuestros hábitos de acceso a la información han cambiado. Acudimos a diferentes fuentes, diferentes sitios, diferentes negocios. Y, no es de sorprenderse, los ingresos publicitarios se han movido siguiendo esos nuevos comportamientos.

Esto no ha sido bueno para el modelo de negocio de los periódicos. A medida que el comportamiento del consumidor cambió, el modelo de negocio cambió. El ingreso por publicidad generado por clasificados, anuncios de películas, anuncios de supermercados no es lo que era antes. Y era el ingreso que subsidiaba el periodismo serio. Las noticias duras en general nunca han sido una gran atracción para los anunciantes.

Algunas compañías de medios respondieron mediante inversiones o adquisiciones en nuevos negocios digitales. En Australia, NewsCorp es dueña de RealEstate.com, el mayor sitio de anuncios inmobiliarios. En Alemania, Axel Springer posee Stepstone, el mayor sitio de búsquedas laborales. Pero estos negocios están separados. En diferentes cuentas de resultados. Comprensiblemente ya no subsidian la creación de noticias en The Australian o Bild.

Conclusión: el negocio del periodismo cambió. Esto no significa que el periodismo de calidad no puede ser un negocio exitoso. Sin embargo, los modelos que permitirán al periodismo prosperar serán diferentes, y según la visión de algunos, más efectivos que en el pasado.

Estamos comenzando a entrever cómo será el futuro del periodismo local. Veamos debajo del polvo y el humo de la disrupción y uno puede distinguir brotes brillantes y saludables del futuro del periodismo. ¿Cómo se ven? ¿En qué se diferencian?

En los Estados Unidos, hace cuarenta años, los periódicos eran financiados mayormente por la publicidad. Los ingresos por suscripciones eran menores al 5%, más vulnerables a la disrupción que los modelos de la mayoría de los diarios en Europa. Eso ha cambiado. The New York Times cuenta ahora con 2,8 millones de suscriptores digitales, más suscriptores de los que tenían en su edición impresa. Es casi dos tercios de sus ingresos digitales. Su CEO Mark Thompson habla de objetivos mucho más ambiciosos que esos.

En París, está MediaPart, un medio puramente digital fundado por el antiguo editor de Le Monde Edwy Plenel, un emprendimiento rentable con más de 150.000 suscriptores y cincuenta reporteros.

De Correspondent en Amsterdam tuvo éxito en Holanda y planea lanzar en los Estados Unidos.

Aquí en Italia tanto Corriere della Sera como La Repubblica están mostrando fuerte crecimiento interanual de las suscripciones, en un mercado en el que las suscripciones no eran un hábito a lo largo de su historia. Era mayormente la venta en puestos de periódicos.

Los modelos de suscripción basados en el control de acceso son un abordaje. Pero en muchas ciudades estamos viendo la membresía como el modelo central. Publicaciones como The Guardian UK y Berkeleysides en Berkeley, California, han mostrado crecimiento saludable.

800.000 personas apoyan hoy a The Guardian. El foco en suscripciones y membresías está provocando un cambio saludable en la modalidad de relación entre las organizaciones periodísticas y las comunidades a las que sirven. Algunos sitios de noticias están aprendiendo que la propuesta de valor reside menos en el acceso, bajo la forma de un muro de pago, y más en que los ciudadanos entiendan y apoyen el rol que esa organización cumple en su comunidad. El foco está menos en vender acceso privilegiado a la información y más en buscar un “pago por adelantado” en apoyo de la misión y los valores que una organización periodística ofrece a su comunidad.

Cuando uno mira los abordajes de Bristol Cable en Bristol, Inglaterra, o De Correspondent en Holanda, o el Texas Tribune en Austin, están involucrando a la comunidad, organizando encuentros, buscando sus opiniones, creando un diálogo con ella para entender mejor sus necesidades y sus preocupaciones.

En el Bristol Cable usan una terminología diferente. Lo que otras organizaciones podrían llamar un gerente de marketing ellos lo definen como “organizadores comunitarios”. Es un símbolo de un cambio de la filosofía que orienta cómo una organización periodística se relaciona con una comunidad que alguna vez pensamos meramente como “la audiencia”.

Es una filosofía a la que Jennifer Brandel de Hearken se refiere como “la democratización del periodismo”. Hearken provee herramientas para estimular la participación de la comunidad de modo que pueda guiar las cuestiones que una organización periodística puede cubrir.

Frecuentemente involucra a la comunidad para que aporte también a dicha cobertura.

Vivimos en un mundo dramáticamente diferente. Las personas consumen más noticias que nunca antes, de un mayor número de fuentes que nunca antes. Eso ha cambiado el modo en que las personas se informan sobre el mundo. Ha cambiado cómo forman sus opiniones sobre el mundo.

¿Cómo podemos evolucionar los modelos periodísticos para enfrentar estos cambios?

En Copenhague, Ulrik Haagerup fundó un movimiento basado en el concepto de “periodismo constructivo”. La palabra “constructivo” es clave. No son noticias para hacerte “sentir bien”. No es periodismo partidario.

Es una cobertura constructiva de las noticias — ayudar a los ciudadanos a encontrar cómo pensar un asunto, no decirles qué pensar sobre un asunto. Los esfuerzos que han seguido el modelo del “periodismo constructivo” han conseguido un crecimiento impresionante en lectores y una mejora notable en la percepción de confianza por parte de los mismos. Ulrik piensa que debemos repensar cómo el periodismo puede ayudar constructivamente a las sociedades a entender sus desafíos, y también las soluciones posibles.

Otro ejemplo son las iniciativas de Verificación de Datos. En los últimos cuatro años Google ha propiciado el desarrollo de un ecosistema de módulos independientes de verificación de datos.

Hoy esos módulos son creados por organizaciones periodísticas, grupos independientes de verificación y la comunidad médica.

El buscador de Google es una herramienta que permite a los usuarios encontrar cualquier cosa que sea encontrable en el corpus entero de expresión legal. Como debería ser. Incluso las esquinas oscuras de expresión. Si hacemos una búsqueda rara en Google como “¿curan los carozos de durazno el cáncer?” no es sorprendente que los resultados incluyan artículos que aleguen que sí, que lo hacen, junto con otros que te venden el polvo de carozo de durazno.

Tampoco es sorprendente que no haya artículos recientes del Corriere della Sera o el New York Times cuestionando esa aserción. Sería beneficioso, y efectivo, si pudiéramos junto a esos resultados hacer visible un artículo verificado de la National Academy of Sciences o el New England Journal of Medicine.

Hoy vemos una brecha angustiosamente amplia entre cómo las personas perciben el mundo que las rodea y cómo perciben la realidad de las comunidades en las que viven.

No es difícil entender por qué existe tal brecha. Todos los días nos enteramos de ataques terroristas, secuestros, matanzas — todos los eventos horrorosos pero anómalos que ocurren en nuestro mundo moderno.

“Si sangra, va primero.” Vemos coberturas amplísimas de eventos que luego son amplificados por redes sociales, habitualmente de forma desproporcionada en relación a las cuestiones reales sobre las que tratan. Luego traducimos esa experiencia, de forma precisa o imprecisa, en percepciones de nuestras vidas en nuestras propias comunidades.

Luego del ataque en el Parlamento Británico los medios televisivos le dieron una cobertura masiva durante tres días. Sí, cuatro personas murieron en Londres. Un día triste. Una historia importante. Pero en cada uno de esos tres días hubo asesinatos masivos en los Estados Unidos de cuatro o más personas que no tuvieron ningún tipo de cobertura.

¿Podríamos hacer un uso mayor del periodismo de datos? ¿Hacer que pepitas de conocimiento basadas en datos sean más fácilmente encontradas, compartidas, incrustadas en las coberturas de los periodistas para que provean un contexto provechoso? ¿Cerraríamos así la brecha entre temor irracional y temor racional?

¿Podemos cosechar datos públicos y mostrar su valor? Todos los datos crudos que esperan ser transformados en conocimiento. Datos gubernamentales. Datos institucionales. Una nube de datos públicos que pronto incluirá cerca de 50 mil millones de dispositivos con sensores conectados a Internet. ¿Cómo pueden los periodistas usar esos datos para ayudarnos a entender cómo nuestras sociedades funcionan o no funcionan?

¿Podrían las organizaciones periodísticas construir tableros o boletines que muestren métricas clave, que pinten una película más completa de lo que importa en sus comunidades?

Consideren lo siguiente. Diariamente todos vemos un tablero de métricas: el reporte del tiempo.

¿Necesito un impermeable o un abrigo? ¿Por qué no expandir el “reporte del tiempo” para que incluya otras métricas clave? ¿Cuál es la tasa de criminalidad y cómo ha cambiado? ¿La tasa de graduación en colegios y universidades? ¿La calidad del aire? ¿Todas las medidas importantes que verdaderamente definen el bienestar de nuestras comunidades más allá de si nos baña el sol o la lluvia?

Hace unos cuatro años contribuí a la fundación del Trust Project, un esfuerzo de la comunidad periodística global por construir una mejor estructura de confianza, una arquitectura para ayudar al periodismo de calidad a ganar la confianza que merece, que permita a los lectores distinguir la verdad de la ficción, la sabiduría de la habladuría. ¿Cómo podemos construir ese puente de hechos comúnmente aceptados sin la confianza de los usuarios?

¿Podríamos desarrollar un modelo consistente que presente la experiencia en el interior de organizaciones periodísticas de calidad? Una que ayude al lector a comprender por qué tal persona sabe lo que ella sabe. Una que permita al lector entender el cuerpo completo del trabajo de un periodista. Que permita al lector entender el proceso editorial detrás de ese trabajo.

En un mundo que incluye contenido falso crecientemente sofisticado de fuentes ilegítimas, la procedencia de la información tendrá una importancia creciente. La confiabilidad de una fuente importa.

Que quede claro: esto NO es un sello que algún tercero decide que merece una fuente de noticias. Ninguna autoridad individual debería tener ese poder.

Si se trata de proveer señales más transparentes, más puntos de información para ayudar a los lectores a tomar decisiones basadas en conocimiento. Señales que ayuden a motores de búsqueda a entender mejor y priorizar mejor sus resultados.

Señales para ayudar a los incontables sistemas algorítmicos que pueblan nuestro consumo de medios.

Más de 80 organizaciones periodísticas están involucradas en el Trust Project, muchas de las cuales se encuentran aquí. El liderazgo editorial incluye a Marty Baron del Washington Post, David Walmsley del Toronto Globe & Mail, Massimo Russo de La Repubblica.

El otoño pasado, Sally Lehrman y el Trust Project anunciaron su conjunto inicial de indicadores de confianza. Trinity-Mirror, en el Reino Unido, los implementó y obtuvo un 8% de incremento en la confianza de los consumidores. La confianza importa. La confianza tiene un valor real, incluyendo un valor económico.

El periodismo consiste en algo más que modelos de negocio, tecnología o diseño de producto.

Consiste en jugar un rol crítico en nuestras sociedades, en nuestras democracias.

Vivimos en sociedades regidas por la ley y guiadas por normas. El periodismo es mayormente guiado por normas, un conjunto de principios éticos y valores que guían la labor y también cómo los lectores perciben dicha labor.

El periodismo, en mi visión, consiste en dar a los ciudadanos las herramientas y la información que necesitan para ser buenos ciudadanos.

Satisfacer ese rol requiere una ética, una comprensión de la importancia del rol, la importancia de arrojar luz sobre cómo las sociedades funcionan o no funcionan, sobre cómo nuestras instituciones y gobiernos nos brindan servicio o no. El rol de un periodista es ayudarnos a entender nuestro mundo, ayudarnos a entender cómo pensar, sin decirnos qué pensar.

Es también responsabilidad de todos nosotros que desarrollamos tareas periodísticas o que apoyamos el rol del periodismo, incluyendo las plataformas tecnológicas, mantener estos principios éticos, hacernos mutuamente responsables, para ayudar a las sociedades a las que servimos a entender el rol y la ética del periodismo.

Esto es más importante que nunca en un mundo en el que hay demasiadas “noticias” que pretenden ser periodismo pero no lo son, en un mundo en el que hay políticos que denigran el rol de la prensa y el rol de los periodistas.

Ninguno de los que compartimos la misión del periodismo, sean organizaciones, plataformas tecnológicas o aspirantes a periodistas, deberíamos asumir que alguien más cumplirá el rol de educar a nuestras sociedades sobre el propósito del periodismo, la importancia de mantener la ética de la profesión y, sobre todo, mantener la confianza de los ciudadanos a los que servimos.

Esa responsabilidad está en cada uno de aquellos a los que nos importa el futuro del periodismo de calidad en sociedades abiertas. Cada uno de nosotros. Cada día.

(*) Richard Gingras es Vicepresidente de News de Google.