Por Cecilia Mosto, directora de CIO Argentina

La opinión pública no ha sido ni es un actor de relevancia en los procesos de toma de decisión política. Su rol queda integrado a una cultura muy poco apegada a principios democráticos cuya lógica y procedimientos la mantiene alejada del poder. La obviedad de este dato me exime de repasar la sucesión, estilos y resultados de los diferentes gobiernos que han conducido los destinos de este país desde casi siempre. Ha sido una sociedad que, a pesar de su nivel de instrucción, es organizada, fundamentalmente, por corporaciones que solo se escuchan entre sí. Aún después de 1983, la dirigencia política viene manteniendo un estilo de negociación con escasa conexión con la comunidad en sentido amplio. Sus intereses, en gran medida, se circunscriben a un bienestar fragmentado, sectorial y esquivando normas básicas de transparencia en la información desde las oficinas gubernamentales en cualquiera de sus niveles, cuyos planes se desarrollan de manera indiferente al bienestar general. Dentro de ese estilo institucional, el voto, se ha acercado bastante a una formalidad que da entrada a algún grupo político con programas ambiguos y escasa intensión de definir sus objetivos ya que luego operan a partir de esa lógica corporativa que es la que garantiza la “gobernabilidad”, concepto este al que estamos acostumbrados a invocar y nos obliga a someternos a personajes que “saben” cómo lograrla.

Subyace entonces, una manera de gobernar entre sindicatos, empresarios, organizaciones sociales, políticos, etc. a puertas cerradas fuera del alcance de la mirada social.

En este contexto, y en los últimos 30 años, los medios y los periodistas han jugado un papel clave como conducto de esa parte de la realidad a la opinión pública sabiendo atender una preocupación que cualquier encuesta que leamos rankea en los primeros lugares como uno de los principales problemas que enfrenta el país: la corrupción. Muchas campañas presidenciales han hecho eje en la promoción de la transparencia institucional y sus candidatos han sido elegidos con la esperanza de resolver un problema que tracciona sobre el resto aunque sin ningún tipo de éxito. Sin embargo, empresas mediáticas y periodistas, desde los 90 sí han ido definiendo espacios con un alto nivel de calidad orientados a la denuncia de aquello que se negocia no solo de espaldas a la gente sino en su perjuicio. Han venido mostrando las consecuencias que ese estilo oscuro de negociación conlleva. Por este motivo, muchos actores mediáticos superan, hace años, el 50% de confianza dentro de una sociedad sumida en el escepticismo, por el sencillo motivo que con sus investigaciones demuestran que están de su lado.

La confianza en los medios es la clara contracara de la extrema debilidad institucional de la que ha sido víctima la Argentina.