Doctor en Sociología y uno de los cinco hombres más citados del mundo, Manuel Castells dio una conferencia en el Centro Cultural de la Ciencia, organizada en conjunto por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación productiva y el Centro Interdisciplinario de Estudios en Ciencia, Tecnología e Innovación (CIECTI). Fue encabezada por el Ministro Dr. Lino Barañao y la Dra. Ruth Ladenheim, Directora General del CIECTI. La exposición se desarrolló bajo el título: “Modelos de desarrollo en la era de la información: globalización, tecnología y empresa red”.
Modelos de desarrollo e innovación
Castells definió al desarrollo como: “El proceso social mediante el cual las personas individual y colectivamente incrementan sus capacidades para mejorar sus vidas en concordancia con sus valores e intereses”. Explicó que éste atraviesa tanto estrategias personales y proyectos empresariales como políticas de gobierno. Este progreso, que siempre ha sido una base del desarrollo humano como especie, se transforma fundamentalmente en nuestro contexto histórico, que es la era de la información.
Pero según Castells, hablar de la sociedad de la información resulta redundante. “A lo largo de la historia, la información y la comunicación han sido procesos centrales de construcción de todo, del poder económico y del desarrollo tecnológico. Hablamos de la era de la información simplemente porque ha habido una revolución, una transformación fundamental en los procesos tecnológicos de la comunicación y la información”, argumentó.
El disertante explicó “que no es que llega la tecnología y todo cambia”, sino que hay cambios sistemáticos a la vez en la tecnología, la organización económico-social, la organización productiva, la cultura y las instituciones. “Estos cambios interactúan y es así cómo se generan impactos en la estructura social, que yo caracterizo como sociedad en red, no sociedad de la información”, expuso.
“La transformación cultural de esas sociedades que, en cierto modo es paralela, constituye una nueva forma de pensar y de organizar la actividad humana”. Se trata de la emergencia de la cultura de la autonomía, es decir, que se me reconozca como sujeto de derechos humanos. “La aspiración mayor, la más fundamental en todas las sociedades, desde el punto de vista de las personas, es la autonomía”, expresó Castells.
En los años 80, según narró, se generó un debate en torno a si el desarrollo tecnológico aumentaba la productividad. “En los 90 constatamos que sí”, afirmó. Y aquí se destacan dos elementos: uno de ellos consiste en que esos cambios estructurales son cambios que llevan tiempo porque necesitan una difusión en la sociedad y requieren de una transformación del entorno. El otro elemento involucra dos tipos de empresas: las de organización vertical y las de organización en redes. En estas últimas, se pudo corroborar la hipótesis de que el desarrollo tecnológico aumenta la productividad, pero en las primeras sucedía totalmente lo contrario. “Si informatizas una burocracia, se hace más burocrática”, argumentó.
En conclusión, el modelo de desarrollo informacional consiste a la vez en introducción de tecnología, introducción de organización en red, sin la cual la tecnología es negativa más que positiva, y en la inversión de recursos humanos capaces de manejar no solo la tecnología sino que también la organización. Porque la organización en red quiere decir autonomía. Según explicó el Dr. Castells, el desarrollo humano se consideró tradicionalmente como la derivada del desarrollo productivo. Pero sin desarrollo humano, el desarrollo informacional se bloquea, o se bloquea parcialmente. Por esto, solo es sostenible una lógica entre ambos.
Expresiones recientes en América Latina
Castells distinguió dos claras expresiones de modelos en América Latina. En primer lugar, el neoliberalismo – confesó que no le gustaba la expresión “neo” pero que debía utilizarla igual ya que así estaba establecido -, que fracasó a fines de los 90 y a principios del siglo XXI por dos razones: porque no fue capaz de gestionar el sistema financiero y por las resistencias de la sociedad a adaptarse a este modelo (movimientos sociales, olas electorales, neo populismos, etc.).
En segundo lugar, mencionó al neodesarrollismo, que si bien, gracias a la intervención del Estado como centro de la economía, mejoró la pobreza y hasta incluso la calidad de vida, aumentó la desigualdad. Este modelo es cuestionado por dos razones: porque genera cierta insostenibilidad en los recursos, es decir, endeudamiento; y porque pone en el centro del Estado a líderes carismáticos que llevan a cabo políticas no participativas y tejen sistemas de corrupción, como por ejemplo Inácio Lula Da Silva en Brasil.
Por lo tanto, se produce un “agotamiento del modelo informacional desarrollista por la incapacidad de integrar una política de desarrollo productivo y de desarrollo humano con la relación sinérgica que señalé y por tanto se han limitado ciertos sectores ya que ellos son el conjunto de la economía”, arguyó.
De esta forma se produce una reacción sociopolítica de la sociedad que deja de ser dependiente y que plantea nuevas condiciones de renegociación del pacto democrático, de formas distintas en distintos países. Aquí se encuentra América Latina y según Castells: “la redefinición de la innovación como motor de ese informacionalismo, indispensable en su articulación con el desarrollo humano, pasa también por la reconstrucción de un pacto social en el que se regeneran, a la vez, las instituciones políticas en los modelos de desarrollo”.