DISCURSO DEL DR. CARLOS ROSENKRANZ, PRESIDENTE DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA DE LA NACIÓN DURANTE LA ENTREGA DEL PREMIO ADEPA AL PERIODISMO EN LA CATEGORÍA “PERIODISMO JUDICIAL”

El periodismo enfrenta hoy difíciles desafíos. Quizás el más importante esté vinculado al problema de cómo satisfacer el ideal de la objetividad.

Por distintas circunstancias, nos cuesta cada vez más entender qué significa ser objetivos. De acuerdo a una visión hoy muy extendida, en el periodismo —y para el caso en las ciencias sociales— es imposible ser objetivo. Se cuestiona la distinción entre hechos y opiniones, entre descripción y valoración. De hecho, muchos creen que el periodismo no debe informar sino directamente influir. Suele usarse como justificativo de esa idea que nuestro enfoque de la realidad —incluyendo el enfoque que los periodistas tienen de la realidad— no puede ser neutral porque estamos severamente condicionados por nuestros contextos e intereses.

Creo que esta visión del periodismo constituye una seria exageración y está, en última instancia, equivocada. Es innegable que en algún sentido estamos condicionados por nuestros contextos e intereses pues, resulta innegable también, no hay algo así como una perspectiva “desde ningún lugar”. De todos modos, que estemos condicionados  no significa que no pueda trazarse una distinción entre qué cuenta como una opinión tendiente a influir y qué cuenta como una descripción de un hecho tendiente a informar. Es verdad que no es posible una objetividad absoluta —todos vemos al mundo desde algún lugar— pero tampoco es cierto que solo queden visiones relativas. En otras palabras, una objetividad razonable es posible.

Recuperar la idea de una objetividad razonable es de indiscutible importancia hoy. El periodismo es el principal canal para la gestación de una opinión pública que permita a la ciudadanía tomar decisiones, y en especial decisiones políticas, debidamente informadas. El periodismo es un modo de controlar a los poderosos y al poder. Y sin objetividad no hay control.

En el campo del periodismo judicial esto es crucial. Es necesario que, al reportar sobre qué sucede en nuestros tribunales y sobre las decisiones judiciales, los periodistas estén guiados por el ideal regulativo de una objetividad razonable. Solo así se podrá controlar a los jueces.

Me gustaría destacar también que, en el caso del periodismo judicial, hay otros valores más específicos que también deben honrarse, especialmente en Argentina. Uno de ellos es la claridad. Gran parte de las decisiones judiciales están estructuradas por el uso de categorías jurídicas muchas veces extrañas a los legos. Parecen abstrusas. Los periodistas tienen un rol particularmente importante aquí pues, a mi criterio, tienen la responsabilidad de contribuir a la  claridad. Deben explicar de modo claro al público qué significan las categorías que se usan en el mundo judicial para así hacer la información más inteligible. Solo haciéndola inteligible la ciudadanía se podrá formar una opinión adecuada, y crítica cuando corresponda, de lo que hacen los jueces.

Por otro lado, los periodistas también deberían aspirar a lograr la profundidad de análisis que el reporte de lo que hacen los jueces requiere. No solo deben clarificar las categorías que empleamos los jueces sino que deben explicar por qué estas categorías deben ser honradas en nuestras decisiones. Déjenme decir aquí que las categorías importan porque en el derecho, a pesar de lo que muchos creen, las formas importan. Si no estuviésemos restringidos por las formas, nuestras decisiones serían ejercicios desnudos de poder. Y es función del periodismo exponer a los jueces cuando lo que hacen es un mero ejercicio desnudo del poder.

Frente a estos desafíos, esta entrega de premios de ADEPA es particularmente importante. Se trata del reconocimiento al periodismo judicial de calidad. Es una ocasión inmejorable para reconocer la trayectoria de periodistas judiciales que honran los valores de la objetividad, la claridad y la profundidad. Se trata, en pocas palabras, de un reconocimiento a aquellos que contribuyen a controlar el ejercicio del poder.