Daniel Dessein

Vicepresidente regional de la SIP

Andrea Miranda, la directora de transformación digital de El Debate, el principal diario de Sinaloa, está acostumbrada a lidiar con lo más novedoso y lo más retrógrado de nuestras sociedades. Con casi 10 millones de usuarios únicos mensuales, convirtió a su medio en uno de los más exitosos en captación de audiencia de su país y de América latina. Y lo hizo desde uno de los territorios más violentos del planeta. “El mes pasado, por las peleas internas de los hijos del Chapo Guzmán con los del ‘Mayo’ Zambada, mataron a cien personas en Sinaloa. Nadie sale de su casa después de las cinco de la tarde. Por hacerlo, uno de los empleados de nuestro medio fue salvajemente golpeado y cortado con una navaja por narcos”, cuenta Andrea.

El flagelo se extiende por Latinoamérica. “El cartel de Sinaloa se expande, sobre todo en los puertos, por todo Ecuador, infiltrando a la Justicia, el empresariado y la política”, comenta Gabriela Vivanco, directora de La Hora de Quito y presidenta del Comité Ejecutivo de la SIP.

Las asambleas de la SIP conforman una suerte de Aleph en el que se concentran miradas agudas sobre lo que pasa alrededor del mundo. Los intercambios con colegas son útiles para compararnos, sopesando similitudes y diferencias, y para repensar nuestra realidad incorporando nuevas perspectivas.

La asamblea de este año tuvo una “precuela” en un encuentro en la Universidad Siglo XXI, cuyo impactante campus, en las afueras de la ciudad de Córdoba, diseñó César Pelli. Medio centenar de directivos de medios se reúnen allí con académicos y profesores para reflexionar sobre los desafíos de la tecnología. “Vivimos transformaciones que se producen a una velocidad superior a la de la capacidad humana para procesarlos. Eso genera atajos mentales, búsquedas de explicaciones reduccionistas para disolver el fantasma de la complejidad”, planteó Andrés Pallaró, director del Observatorio del Futuro de la universidad. A veces esos postulados simplistas se asocian con visiones conspirativas sobre la realidad, que funcionan como ansiolítico ante las frustraciones propias. “En mi viaje por la Patagonia –contó Roberto Rock, presidente de la SIP-, una persona me dijo que ‘todo el mundo sabía que el presidente Macron estaba casado con un hombre que se hacía pasar por mujer’; otro me dijo, con la misma seguridad, que el presidente Biden había muerto hace tiempo y que lo que veíamos en televisión era un doble”. “Un tercio de los norteamericanos cree en alguna tesis conspirativa”, aporta Martin Baron. “No hay manera de dialogar sensatamente con ese tercio”, complementa el ex editor de The Washington Post.

Un grupo de colegas debatió sobre el anonimato en las redes. La mayoría coincidió en que este ofrece un terreno fértil para la proliferación de tesis conspirativas, desinformación, discursos de odio, difamaciones que quedan impunes, linchamientos virtuales. Los periodistas que sostienen sus investigaciones u opiniones con su nombre, su cara y responsabilidad ante la ley muchas veces se enfrentan a las descalificaciones de internautas ocultos detrás de nombres falsos u hordas digitales violentas amparadas por la incapacidad para ser identificadas. Pero también el anonimato permite denuncias de abusos que de otro modo no se harían públicas o la expresión de disidencias en regímenes autoritarios en los que no es posible manifestarse críticamente sin graves represalias. Dilemas de los nuevos tiempos.

Un presidente

El presidente paraguayo Santiago Peña participó ayer de la inauguración de la asamblea de la SIP en Córdoba. Firmó la Declaración de Chapultepec, uno de los documentos más destacados en materia de libertad de prensa que ha sido suscripto por más de 60 mandatarios del continente a lo largo del tiempo. Y dirigió palabras de respaldo y reconocimiento al oficio periodístico. Recibió preguntas incómodas, una de ellas referida al duro editorial que ABC Color, diario paraguayo que cuestionó la presencia en la SIP de Peña, a quien le adjudica cercanía con posiciones hostiles contra la prensa como las de Horacio Cartes, ex presidente del Paraguay y actual presidente del partido oficialista.

Los cruces y tensiones entre gobiernos y la prensa, como así también la promoción de espacios de debate tolerante entre actores de la vida pública y periodistas, son marcas de las reuniones de la SIP. “Las asambleas de la SIP ofrecen un espacio para el intercambio de miradas sobre los desafíos del periodismo y una instancia para evaluar el estado de la libertad de prensa, escuchando testimonios de primera mano de quienes sufren acoso, estigmatización, persecución de grupos criminales y de gobiernos autoritarios”, dice Carlos Jornet, director de La Voz del Interior, anfitrión de la asamblea y presidente de la Comisión de Libertad de Prensa de la SIP.

El continente muestra un preocupante deterioro de su calidad institucional y de la salud de la discusión pública. Tres dictaduras, regímenes híbridos como el de El Salvador, un discurso agresivo que se radicaliza en líderes populistas de derecha e izquierda, una larga tradición democrática como la norteamericana ante inéditos riesgos de una abrupta erosión. Mientras el mapa continental se oscurece, espacios de reflexión y análisis como los de las asambleas de la SIP, nutridos por el cruce de enfoques de quienes vienen de los más diversos países, brindan un valioso ámbito para buscar fórmulas de preservación de los mejores ejemplos de convivencia libre y armónica.

Odisea espacial

El tecnólogo argentino Alvaro Liuzzi, durante la asamblea de la SIP, trajo un ejemplo de una imagen icónica de la historia del cine para hablar sobre la evolución tecnológica. Es la primera escena de 2001, una odisea del espacio, la película de Stanley Kubrick en la que un primate descubre que tomando con su mano un fémur puede quebrar un cráneo. Descubre una tecnología primaria. En una actitud celebratoria ante el descubrimiento tira ese hueso al aire y en sucesivos giros termina transformándose, en una síntesis de cuatro millones de años, en una nave espacial donde encontraremos a Hal, una computadora con Inteligencia Artificial.

El descubrimiento de ese Australophitecus puede simbolizar un inicio paradójico de la civilización. El uso de una herramienta, una tecnología primaria, para matar. Podemos imaginar como un segundo paso evolutivo de ese primate, el momento en que ese primate en lugar de usar su hueso, gruñó a otro, como advertencia de que podía usar su arma para golpearlo. Ese gruñido puede ser concebido como el primer insulto humano.

Del uso primitivo de ese fémur derivaron el Apolo XI que llevó al hombre a la Luna y las armas nucleares que pueden exterminar la vida en la Tierra. El gruñido derivó en el desarrollo del lenguaje y, sobre este, la capacidad de colaborar en gran escala que nos distingue del resto de las especies.

El insulto está a un grado de separación de la agresión física. Es la frontera última del lenguaje; del otro lado de ella habita el golpe. Cuanto más nos alejamos de esa frontera, fructifica la posibilidad de usar las palabras para superar diferencias, arribar a consensos y cooperar para mejorar nuestras vidas.

Fuente: La Gaceta