El 60° aniversario de ADEPA fue también un momento para reflexionar sobre lo logrado, sobre la historia de la institución y sobre los desafíos que enfrenta la industria de los medios y nuestra institución en el futuro. A todo ello se refiere el discurso del Presidente de ADEPA, Daniel Dessein, durante el festejo de aniversario. Lo reproducimos a continuación:

«Empiezo este discurso con una cita: “»A través de la prensa, ustedes crean la vital conciencia pública de lo que es nuestra responsabilidad y una apreciación de los peligros que nos acechan. Con motivo del trabajo que desempeñan al cumplir con esta responsabilidad y la valiente lucha de esta sociedad en pro de la libertad de prensa y de la libertad del ciudadano, me enorgullezco en ocupar esta tribuna»”.

Estas frases fueron pronunciadas por el presidente Kennedy, en la asamblea de la SIP (la Sociedad Interamericana de Prensa), en uno de sus últimos discursos, en la noche del 18 de noviembre de 1963 en Miami, tres días y medio antes de viajar a Dallas, donde sería asesinado.

Un año antes, el 22 de octubre de 1962, el presidente Kennedy anunciaba por televisión el bloqueo de Cuba, ante la constatación de la presencia de misiles rusos en la isla, con capacidad para portar ojivas nucleares. Se iniciaban, así, los trece días de la crisis de los misiles, en la que el mundo estuvo, como nunca antes, cerca de una conflagración atómica. Como nunca antes, hasta hoy.

Ese 22 de octubre del 62 se iniciaba la asamblea de la SIP en Santiago de Chile. La memoria de esa asamblea comienza transcribiendo los artículos de la Carta de la Prensa Interamericana. “Un periodismo honesto, libre e independiente es la mejor contribución para la paz”, dice el primero de ellos. “Sin libertad de prensa no hay democracia”, postula el segundo. “Los regímenes políticos que no respetan o no hacen respetar la plena libertad de prensa, no son democráticos”, plantea el artículo quinto. Principios claros y contundentes que vale la pena refrescar.

De esa asamblea en Chile participaron, como veíamos en el video, 17 editores argentinos. Esta noche están presentes descendientes de algunos de ellos. Nietos o sobrinos nietos de Antonio Maciel, Riobó Caputto, Roberto Romero. Estaban en Santiago también otros protagonistas de la historia que estaba naciendo allí, como Alberto Gainza Paz y Juan Santos Valmaggia, los primeros presidentes de Adepa. La mayoría de esos editores no se conocía entre sí. Se conocían los porteños pero los directivos de diarios de provincias separadas por cientos, y en muchos casos miles de kilómetros, se veían las caras por primera vez.

En esos días en los que se debatían los ataques y amenazas para la libertad de prensa en el continente, y en los que el mundo vivía azorado ante la posibilidad de una guerra nuclear, esos editores argentinos decidieron crear una organización para la defensa de esa libertad a nivel nacional.

Lo hicieron, formalmente, a su regreso al país, un 14 de diciembre, y sumaron a una veintena de editores que no habían participado de la asamblea en Chile.

Pronto se afianzó una costumbre que, con el tiempo, se convertiría en tradición. Realizar la asamblea de Adepa en distintas localidades de nuestro país. La tercera de ellas se hizo en Alta Gracia. Allí estaba, acompañando a su tío Saúl, nuestro presidente del comité estratégico Guillermo Ignacio. La última asamblea la hicimos, hace poco más de dos meses, en El Calafate, donde nuestro anfitrión fue Opi Santa Cruz, un medio nativo digital.

Jujuy, Río Cuarto, Bahía Blanca, Mendoza, Coronel Suárez, Córdoba, Salta, Santa Fe, Tucumán, Bolívar, Mar del Plata son solo algunas de las ciudades en las que Adepa celebró sus asambleas o juntas de directores en los últimos años.

La lista, por sí misma, refleja la impronta federal que caracteriza a Adepa. La mayoría de los miembros del actual consejo ejecutivo representa a medios del interior del país y durante la mayor parte de las seis décadas de la historia de Adepa su presidencia ha sido ejercida por directivos de medios regionales. De medios con grandes audiencias y también de medios de localidades pequeñas. Empresas periodísticas de escala, naturaleza y líneas editoriales distintas. Adepa debe su consistencia a una armonía que no sólo tolera sino que se alimenta de su diversidad.

Nombré a tres ex presidentes. Hay otros que están presentes hoy –José Claudio Escribano, Martín Etchevers, Carlos Jornet- cuyas gestiones fueron decisivas para que Adepa sea la institución dinámica y sólida que es hoy. Están aquí miembros del actual consejo ejecutivo y de consejos del pasado con los que nos reencontramos. Hay miembros del staff que han acompañado a Adepa durante más de la mitad de la vida de la organización y otros que ingresaron en los últimos meses.

Aludí o mencioné a varios de los presentes. Algunos de los que no están pusieron ladrillos imprescindibles para sostener esta gran casa de la libertad que es Adepa. Uno de ellos fue Gregorio Badeni, a quien tanto debe el periodismo argentino y la libertad de prensa.

La consolidación de esa libertad nunca es definitiva. Se reciclan viejos mecanismos para restringirla combinados con amenazas novedosas. Los desafíos para la sustentabilidad económica de los medios periodísticos, acelerados por la revolución digital, ponen en riesgo a un presupuesto ineludible del sistema democrático. Sin una prensa independiente, y esto implica una prensa económicamente viable, no hay democracia posible.

«Nuestros tres primeros presidentes constitucionales –Mitre, Sarmiento, Avellaneda- fundaron diarios. También Alberdi, el arquitecto de nuestro orden constitucional. Nuestros padres fundadores debatieron sobre los rumbos de una nación a través de los diarios y advirtieron que una prensa fuerte e independiente era imprescindible para afianzar un sistema de convivencia«

(Daniel Dessein, presidente de ADEPA)

También hay viejos problemas en el mundo, y en particular en el continente, que parecían lejanos en nuestro país. En enero se cumplió un cuarto de siglo del asesinato de José Luis Cabezas. Su muerte, dijimos entonces, trazó un límite que nunca más se traspasó. El crecimiento del narcotráfico hoy nos acerca dramáticamente a esa frontera.

La pandemia dejó, a nivel global, una industria periodística más frágil. Comprobamos, sobre todo en la etapa más oscura de estos años, que la misión del periodismo fue vital en pleno sentido del término.
Pero la migración de ingresos publicitarios hacia las grandes plataformas tecnológicas se incrementó extraordinariamente durante la crisis del Covid-19.

Una prensa con sus bases debilitadas requiere una entidad atenta a las tendencias, con capacidad de orientarla en sus decisiones estratégicas y de defender eficazmente sus derechos y la función que cumple en nuestra sociedad. Nunca antes la unidad de nuestra industria fue tan relevante. En tiempos de incertidumbre, el periodismo requiere una institución vigorosa que la represente.

Empecé este discurso citando las palabras de un presidente. Cito ahora las de otro presidente: “Seríamos poco coherentes si llegáramos aquí para lamentar que no siempre estemos de acuerdo, porque nada sería peor para un gobierno democrático que contar con una prensa incondicional, ni nada sería peor para los periodistas, para los editores, que un presidente agradeciéndoles su complacencia”.

Las palabras son de Raúl Alfonsín –hoy tenemos entre nosotros a quien fuera su vocero, en realidad, como dijo hace tiempo Willie Ignacio, José Ignacio López asumió como vocero de un gobierno pero se fue como vocero de la democracia. Antes de eso, cabe agregar, fue el hombre que le preguntó a un dictador lo que nadie –o casi nadie- se atrevía a preguntar-.

Vuelvo a Alfonsín. Habló en una noche como hoy, en la que Adepa celebraba otro aniversario, el primer cuarto de siglo de nuestra asociación. Hablaba el presidente de un país que fue pensado en la prensa.

Nuestros tres primeros presidentes constitucionales –Mitre, Sarmiento, Avellaneda- fundaron y dirigieron diarios. También Alberdi, el arquitecto de nuestro orden constitucional. Nuestros padres fundadores debatieron sobre los rumbos de una nación a través de los diarios y advirtieron que una prensa fuerte e independiente era imprescindible para afianzar un sistema de convivencia libre y pacífico.

En este 2022, en la Argentina aparecen reminiscencias de los 80. De sus luces y sombras. Por un lado, las distorsiones económicas del final de esa década. Por otro, una hazaña institucional –y hoy tenemos aquí a algunos de sus protagonistas-, la hazaña de restaurar un orden jurídico quebrado durante los gobiernos militares.

Hoy la sociedad afronta dilemas con algunos puntos de contacto con esos antecedentes. La prensa, otra vez, es un espacio que la ciudadanía tiene para pensar sus desafíos«

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