Impulsado en el año 2000 por Carlos Fuentes, su primer presidente, el Foro Iberoamérica fue sumando figuras rutilantes de las letras, la política y los negocios como Gabriel García Márquez o Carlos Slim.

Las reuniones del Foro nacieron regidas por la regla de Chatham House, sistema que exige confidencialidad a los participantes para fomentar el libre intercambio de ideas. Con los años el Foro se fue abriendo -José Claudio Escribano, uno de sus miembros, fue el autor de las mejores crónicas sobre lo que allí se debatía- hasta 2017, cuando se permitió una amplia cobertura periodística.

Reunir disciplinas y miradas diversas, consolidar los lazos entre los países de una región desconectada, reflexionar sobre su desarrollo y acerca del papel que juega en el concierto global. Estos fueron las premisas fundacionales. «Formamos parte no sólo de la misma área de civilización, sino de la misma área civilizatoria», afirmaba Fuentes, a propósito del Foro, en los inicios.

Presidido hoy por Fernando Henrique Cardoso y Ricardo Lagos, la entidad congregó a sus miembros en el hotel Alvear Icon, de Puerto Madero, entre el 2 y el 4 de noviembre pasados. El presidente Mauricio Macri los agasajó, durante la primera noche, en el Colón.

Las expectativas que genera en la región y el rumbo que está tomando su gobierno fueron dos de los puntos centrales de análisis durante las deliberaciones. El jefe de Gabinete, la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, el ministro de Modernización y la diputada Elisa Carrió participaron de distintas sesiones del encuentro, aclarando inquietudes respecto de las características de su proyecto político.

La corrupción, la posverdad, la globalización, la crisis de representación política, la vida privada en el siglo XXI, la relación entre tecnología y trabajo. Estas fueron las grandes cuestiones que se enfocaron en la reciente edición del Foro.

El cambio y la corrupción

«El cambio tecnológico multiplica la productividad pero no genera empleo. Las elecciones de Estados Unidos, el Brexit, las elecciones en Francia son el resultado de esta crisis. Las nuevas formas de producción y de comunicación tienen un gran impacto político que se plasma en la crisis de representación». Las frases son de Fernando Henrique Cardoso y muestran la necesidad de un enfoque plural para comprender los problemas de nuestro tiempo.

Felipe González puso en cuestión la idea de que las novedades que nos sorprendan sean realmente nuevas: «Los nuevos partidos no incorporan cosas demasiado nuevas. Traen, por el contrario, el germen del autoritarismo. Los partidos políticos discuten localmente problemas globales. Hay un repliegue hacia lo pequeño o una tendencia al aislamiento.»

El diputado del Parlamento europeo Paulo Rangel, por su parte, contradijo esta última aseveración de González sosteniendo que es fruto de un malentendido. «Los brexetiers, por ejemplo, no son antiglobalización; proponen una Gran Bretaña fuera de la Unión Europea para interactuar globalmente fuera de la ‘prisión’ europea».

La novedad aparente o real de lo «nuevo» fue un tema recurrente. El historiador Loris Zanatta lo planteó en relación a la posverdad. «No parece un fenómeno nuevo pero la intensidad de un fenómeno puede cambiar su naturaleza. Y esto puede pasar con la posverdad», dijo.

El tecnólogo Santiago Bilinkis incorporó una mirada distinta para sostener una afirmación categórica: «Hay algo nuevo que sí cambiará todo. La inteligencia artificial. Cambiará la política, la economía, las comunicaciones, el trabajo.»

Para el presidente peruano Pedro Pablo Kuczynski los tres grandes temas de la región son el crecimiento, Venezuela y la corrupción. En un siglo América latina sigue representando entre el 7 y el 8%. Hace 100 años, motorizado por la Argentina. En las últimas décadas, por Brasil. La corrupción se ha visibilizado como nunca antes. «Yo debería tener un seguro por mi cargo de presidente», bromeó Kucynski. En efecto, su país tiene dos ex presidentes presos (Fujimori y Humala) y otros dos que pueden acompañarlos (García y Toledo).

En la sesión que se abordó la corrupción, las preguntas se concentraron sobre el juez brasileño Sergio Moro. La movilización social y la prensa libre fueron dos factores esenciales para enfrentarla, según señaló el juez estrella del Lava Jato. También hizo hincapié en la responsabilidad de los empresarios. «Basta, muchas veces, con decir ‘no'».

Muros o puentes

Muchos políticos pasaron por el escenario del Alvear Icon e intercambiaron impresiones en los pasillos. Los ex presidentes, hombres de negocios y periodistas presentes allí, con enorme experiencia acumulada, no constituían una audiencia fácil de sorprender. Pero María Eugenia Vidal deslumbró a muchos de los que la escuchaban por primera vez. La naturalidad, el carisma, la mezcla de decisión y humildad, la credibilidad fueron algunos de los atributos que le destacaron en los almuerzos de camaradería. «Somos el resultado del fracaso del sistema político argentino. Del agotamiento de una forma de hacer política. Cuando ganamos la gobernación de la provincia de Buenos Aires, dijimos que habíamos hecho posible lo imposible. Con un intendente sobre 135, con una candidata casi desconocida, con un partido sin peso nacional», resumió Vidal, cuando la interrogaron sobre las características del fenómeno político que protagoniza.

No todas fueron flores para los representantes de Cambiemos. También hubo demandas. «El gobierno argentino debe liderar la presión sobre Venezuela. Usted influye sobre el presidente. Dígale que compre el pleito», le dijo Jorge Quiroga, ex presidente boliviano, a Marcos Peña.

«Muros o puentes» fue el lema de la edición 2017. Luis Almagro, secretario general de la OEA, levantó el guante: «Los puentes y muros son obras de ingeniería en la política. El muro de la intolerancia está, fundamentalmente, en nosotros, en nuestros miedos.
Los retos de la democracia se resuelven con más democracia, más participación, más inclusión. Hay que dejar de demonizar al que piensa distinto. Entender al ciudadano es el imperativo moral de la democracia de hoy.»