¿Qué influencia concreta de las fake news se ha registrado en resultados electorales o cambios en la opinión pública?

¿Qué anticuerpos puede desarrollar la sociedad civil? ¿Cuál es el rol de organizaciones no gubernamentales, partidos políticos, medios de comunicación e instituciones estatales? ¿Debe apuntarse a la autoregulación, a la auditoría social o a la regulación estatal?

¿En qué medida las fake news son el resultado del modelo de negocios de las empresas tecnológicas?

Estos fueron algunos de los disparadores de un debate entre representantes de medios, de la academia y de las empresas tecnológicas, que se realizó en el marco de la 163ª Junta de Directores de la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (Adepa), que sesionó el 11 de abril en Buenos Aires. Gastón Roitberg, secretario de Redacción Multimedia de La Nación; Matías Attwell, gerente de Alianzas con los Medios de Google América Latina; Agustino Fontevecchia, director de Contenidos Digitales de Editorial Perfil; y Fernando Ruiz, profesor de la Universidad Austral. El moderador fue Martín Etchevers, gerente de Comunicaciones Externas del Grupo Clarín.

Compartimos los párrafos más salientes de sus intervenciones.

 

Fernando Ruiz: Es una buena noticia la proliferación de noticias falsas. El periodismo necesitaba una noticia así. Porque llevamos años en donde la discusión era para qué servía el periodismo. El periodismo había pasado a ser algo casi autogestionado por la ciudadanía. Esta discusión sobre la existencia de fake news me parece good news.

La actual epidemia de fake news, a mi entender, tiene tres causas fundamentales:

En primer lugar se está produciendo una revolución en el sistema de medios, de la misma forma que sucedió cuando surgieron la prensa escrita, la radio y la televisión. Todos esos momentos de revolución del sistema de medios fueron un momento de desarticulación del régimen de verdad, citando a Foucault, de aquellas instituciones dedicadas a regular lo que la comunidad va construyendo como su “verdad social”. Semejante revolución digital generó esta desestructuración de las instituciones encargadas de definir y construir la verdad social.

La segunda razón es que estamos en un momento en el mundo donde están creciendo los pensamientos políticos populista y autoritario, que tienen una relación muy estrecha con la mentira. Los populismos tienen una relación de amor libre con la mentira. Así que desde ese punto de vista, el crecimiento de movimientos populistas y autoritarios genera epidemias de noticias falsas. Hay cierto funcionamiento virtuoso, las democracias están asociadas con la verdad y los autoritarismos con la mentira. Entonces de alguna forma contribuye a detectar comportamientos autoritarios el crecimiento de la mentira. Es un factor clave, toda la epidemia de noticias falsas que hemos visto y nos ha impactado, tiene que ver con el crecimiento de movimientos populistas, movimientos autoritarios, que han generado el principal cultivo de un proceso de epidemia de noticias falsas, que es la polarización rabiosa. Esa polarización es el mejor caldo de cultivo para la generación de noticias falsas.

La tercera causa son las audiencias, es decir nosotros mismos. Las audiencias tienen, tenemos, una actitud y una vocación por seleccionar y jerarquizar información que en gran medida esté de acuerdo a nuestras creencias. Se usa bastante en comunicación la expresión de la disonancia cognitiva. Esta idea que uno tiende a des-seleccionar, des-jerarquizar aquellas noticias e informaciones que contradicen lo que uno piensa.

Ahora bien, este análisis es autoindulgente. La culpa en este caso sería de la política, de la revolución digital y/o de las audiencias; pero nosotros como medios y periodistas, quedaríamos fuera. Hay causas endógenas para esta situación para que las noticias falsas circulen, y además tengan el éxito que tienen.

Lo primero es una actitud generalizada del periodismo en América Latina, que yo denomino “periodismo de micrófono”. Es el que transcribe y difunde libremente todo lo que los actores dicen. Y entonces no genera un rol de editor, o no hay un proceso de filtración de calidad a través del cual el periodismo selecciona lo bueno y lo malo, o rotulando lo bueno y lo malo, sino que simplemente pone un megáfono que expande y difunde todo aquello que los actores dicen.

El segundo factor endógeno es otro fantasma que recorre el periodismo, en grandes, medianas y pequeñas ciudades, y es el periodismo populista. Es un periodismo que es simplificador, polarizador, poco dedicado a buscar información. Es un periodismo que más bien maneja información que necesita para confirmar su sesgo. Son periodistas o medios muy predispuestos a dar una explicación muy rápida de lo que acaba de conocer, no tiene vocación de entender, sino una vocación de explicar y convencer.

El tercer factor dentro del sistema de medios que es muy importante y relevante para que las noticias falsas se difundan y tengan éxito, es que el periodismo tiene que empezar a tener otra actitud con el error de todos los días. Por definición el periodismo es una refinería que procesa información pero la refina y procesa en condiciones muy difíciles. Es por definición una información provisoria, es decir circula a mucha velocidad, y no tenemos todo el tiempo del mundo como tenemos los académicos para investigar nueve meses lo que un periodista hizo en 15 minutos. Pero justamente porque sabemos que es así el proceso es una refinería de alta precisión, pero que tiene condiciones muy difíciles, nosotros tenemos que tener una relación con el error mucho más amigable. Es decir tenemos que reconocer mucho más los errores de todos los días. Hoy por hoy, los medios argentinos y de América Latina tienen pocos espacios de corrección sistemática de errores. Y no me refiero sólo a los errores de ortografía o gramaticales, sino también errores informativos y de enfoque.

 

Agustino Fontevecchia: Es un fenómeno ya instalado y complejo que merece ser abordado desde todas las visiones presentes hoy en este panel. Las fake news son informaciones falsas que intentan aparentar algo real, y que pueden tener como foco la intención de generar ingresos o también pueden ser utilizadas para tratar de influir en una elección. Sin embargo, no es un tema nuevo. Desde la antigüedad se usaban mecanismos de información falsa para tener influencia social. Un ejemplo es Ramses II, que en la batalla de Qadesh, en el año 1274 antes de Cristo la perdió, y sin embargo cuando regresó derrotado dijo que había vencido. Como vemos es un tema muy antiguo el de influir con información falsa.

En la actualidad uno de los casos más resonantes fue el del canal Russia Today, a través del cual el gobierno de Putin trata de marcar agenda, y que en medio de la guerra en Ucrania cuando volaron el avión, publicó información falsa referida a que lo habían hecho los separatistas, citando un cable de una agencia desconocida, que a su vez citaba una supuesta fuente oficial rusa. Eso fue difundido por Russia Today y de ahí fue a parar a los portales de todo el mundo.

Las primeras referencias de fake news fueron los sitios medicinales truchos, que aparecían en los banners en los costados en los agregadores de contenidos, que vendían fórmulas para adelgazar o suplementos dietarios, y que eran sitios falsos que generaban spam e intentaban robar datos de tarjetas de crédito.

Empezó así. Pero la evolución a mi entender se dio con el modelo de negocios actual de Internet. Lo que pasó es que hubo un cambio de hábito, que tiene que ver con la proliferación de la información libre en Internet, que busca clics a escala global. Internet dio vuelta el modelo de comunicación de los medios tradicionales, que perdieron el monopolio de la difusión de información.

En ese esquema los medios tratamos de capturar esa audiencia, pero lo hicimos regalando el contenido en todas las plataformas, buscando cada vez más audiencia para que a su vez nos generen más ingresos.

Y en muchos casos, para generar clics, se bajó la calidad de los contenidos, equiparando muchas veces con la lógica del clic a textos profundos y elaborados con otros sin visión analítica o directamente falsos.

Los medios somos grandes culpables de haber bajado la calidad y haber perdido el valor que teníamos en la sociedad.

El modelo de negocios actual de Internet, donde Facebook y Google tienen su responsabilidad, es un modelo donde se regalan contenidos o de dan por un valor muy bajo para generar audiencias muy altas persiguiendo el modelo “long tail”, la acumulación de muchas transacciones pequeñas. Mientras que los medios históricamente generaban ingresos con pocas transacciones muy grandes, los agregadores de información, los buscadores y las redes sociales lo que buscan es audiencia muy masiva que pague muy poquito.

A mi entender ese modelo genera e incentiva la búsqueda de noticias falsas con alto impacto. Esto es que se busquen los shares, y que de esa forma genera mucho tráfico y se gane mucha plata. Los casos más interesantes se dieron durante las elecciones en Estados Unidos, donde hubo sitios de Rumania y Macedonia que se llenaron de dinero produciendo noticias falsas, y apuntando especialmente a los seguidores y votantes de Donald Trump, porque eran más proclives a compartir esa clase de información. De hecho el 59% de lo que es compartido en Estados Unidos nunca fue abierto. Eso tiene que ver con cambio de hábito. Hoy se comparten headlines.

 

Matías Attwell:
Creo que el tema de las noticias falsas es un concepto inservible, que alberga varios temas diferentes y viejos, como el problema de la veracidad, las herramientas de propaganda política, o el sensacionalismo como un método para obtener atención. Esos tres temas existen desde que existe el periodismo.

Generalmente esos debaten se potencian cuando hay expansión y democratización de los medios de expresión.

Cuando entré por primera vez a Internet, en 1994, había 3.000 sitios, que podían ser ordenados y categorizados manualmente. Hoy existen 1.000 millones de sitios en la web, y la cantidad de información que se publica es de una escala nunca vista. La democratización de los medios de expresión ha generado una explosión de creatividad y consumimos más fuentes diversas de información que lo que podíamos haber consumido antes en nuestras vidas como periodistas o académicos.

Los problemas de la información falsa a escala se dan en un marco donde hay beneficios. El primer punto es la democratización, la posibilidad de publicar expresiones valiosas, informativas, creativas. En esta escala va a haber como siempre en el periodismo tensiones con la veracidad, el sensacionalismo o la propaganda.

Desde el lado de las plataformas, creo que nos empaquetan y agrupan más veces de las que merecemos. Una de las explicaciones más interesantes que escuché en el Congreso de Medios Digitales de WAN-IFRA que se hizo en Buenos Aires el año pasado fue el ex CEO de Chartbeat, quien hizo una comparación de las diferentes características de tráfico que llega del buscador de Google y de las redes sociales. Uno de los primeros hallazgos fue que desde el buscador se llegaba a una mayor diversidad de noticias que desde las redes sociales, por la misma dinámica, de cómo se consume la información. Cuando una persona llega a un buscador digita una búsqueda y se le muestran opciones, que en relación con las redes sociales son de 13 a 1. Por cada noticia que ganaba notoriedad y llegaba gente desde los redes sociales a los medios de comunicación, llegaba a 13 otras noticias desde los buscadores.

Y el otro hallazgo, sorprendente, fue que en redes sociales hay un impacto mayor de aquellos contenidos que tienen un valor sentimental, emotivo. Y en el buscador, los contenidos con mayores características fácticas y con datos.

Publicaron un artículo en su blog, donde plantearon que el empaquetamiento del concepto fake news para hablar de estos temas de una forma novedosa no es correcto, cuando sabemos que son tensiones que existen desde hace siglos.

(…) Hoy en gran parte del trabajo profesional, arduo, creativo, que precede a la publicación de un artículo en los medios lo conocen los profesionales de los medios y lo conocen muy poco los lectores, y muy poco inclusive las plataformas tecnológicas que con sus lógicas distintas tratan de unir esa inmensidad de contenidos que se publica todos los días con los lectores. En ese sentido, Google financió un proyecto que se llama Trust, y que busca que se generen señales que le den al lector sobre la calidad del contenido, las fuentes que tiene, el campo de experiencia de quien escribe, la calidad de testigo ocular de quien está reportando, si hubo un proceso de revisión editorial, etc.

Gastón Roitberg: Es un tema espinoso, que les puedo asegurar que está instalado en el corazón de la redacción. Nos preocupa a los que tenemos responsabilidad de gestión y responsabilidad final sobre la publicación de los contenidos. Lo analizo desde el lugar de “factoría” de contenidos, como es un diario papel, un sitio y ahora también una señal de TV. Pensaba que nosotros estábamos haciendo esfuerzos para que todos los periodistas de nuestro staff tengan su cuenta verificada en Twitter. Parece un detalle menor, pero no lo es y hace también a la cuestión de validar en cuanto a calidad, el contenido que hacemos todos los días. Si todo nuestro staff de periodistas tiene una cuenta verificada es probable que la audiencia tenga menos dudas de quien emite esa opinión, aunque después se introduce la cuestión de si el periodista habla en las redes sociales en su nombre o representa al medio, o ambas cuestiones.

La preocupación instalada es la proliferación de información falsa, de notas que no responden a los parámetros de calidad con el que trabajamos todos los días en nuestros medios, y que hieren nuestra credibilidad. Cuando usamos fuentes diversas todos los días, además de las que generamos de manera autónoma, si nos valemos de una fuente falsa claramente estamos hiriendo nuestra credibilidad. Aquel que produce noticias falsas ni se pone a pensar en esta cuestión, pero cada vez que La Nación toma una fuente que no es lo suficientemente verídica o que no tiene el nivel de precisión adecuado, obviamente también está deteriorando su imagen de marca. Y una marca como La Nación tiene el atributo de calidad incorporado. En el formato digital no nos tiembla el pulso para tomarnos unos minutos y esperar para publicar una noticia con un camino lógico de chequeo de la información, y no simplemente valernos de una placa de televisión.

Hay una cuestión importante que tiene que ver con el proceso de chequeo que hacemos en los medios.

Cuando separamos entre periodismo profesional y aquel que no lo es, este proceso tiene que funcionar a la perfección. O con un alto nivel de eficiencia. Y eso es algo que distingue también a un medio de calidad de otros medios, o de otras fuentes de información.

(…) Creo que nos debemos contarle con un poco más detalle a la audiencia cuales son esos procesos transparentes de verificación de la información, y que no quede en la cocina del medio o en la metodología de los periodistas.

En ese sentido hago una propuesta, que tiene que ver con poner en cuestionamiento los indicadores de éxito que se tienen hoy en los medios, empezando por las páginas vistas. Esto es algo que marcó también el ex CEO de Chartbeat. Hay otros indicadores de éxito que tienen que ver más con la calidad. Tal vez llegó la hora de que construyamos un indicador que refleje la calidad de los contenidos. Ahí interviene el tema de la verificación, de hacer transparentes los procesos, de reflejar realmente en ese universo de “infoxicación” en el que estamos sometidos, ese registro de calidad, que podría estar en un escalón por sobre los clics, los page views, el tiempo en línea, y otros indicadores que muestran las herramientas de manera precisa. Habría que pensar en desarrollar algo así, una suerte de norma ISO 9000.