Aliarse con creadores de contenidos de redes sociales, investigadores y profesionales de diferentes disciplinas puede ser una oportunidad para que el periodismo recupere algo de su influencia en la opinión pública.

Es muy probable que la mayoría de periodistas profesionales durante nuestro tiempo en la universidad escuchamos aquello del “cuarto poder”, y la gran influencia que llegaron a tener los medios de comunicación durante gran parte del siglo pasado. Sin embargo, todo cambió con el nuevo siglo, las nuevas tecnologías y las redes sociales.

La influencia en la opinión de los medios de comunicación, especialmente en las audiencias jóvenes, ha decaído considerablemente, pero no ha desaparecido del todo. “Los periodistas siguen jugando un papel muy importante en informar a las audiencias acerca de realidades que casi nadie conoce”, comentó Claire Dallies, quien dirige la maestría de turismo sostenible en una universidad de Guatemala.

Pero todos sabemos que la importancia que muchas audiencias dan a la información noticiosa es mucho menor a lo que fue en años anteriores, y que sus fuentes de información ahora son plataformas como YouTube y TikTok.

¿Periodismo para el desarrollo?

Según el informe Periodismo, medios y tecnología: tendencias y predicciones para 2022, realizado y publicado por el Instituto Reuters de la Universidad de Oxford, todos los medios del planeta sufrieron una caída de sus audiencias en 2021. “En cierto modo, tanto los periodistas como las audiencias han quedado agotados por la implacable intensidad de la agenda informativa y por los debates cada vez más polarizados sobre política, identidad y cultura”, y es por ello que, siempre según el informe, el periodismo debe de “centrarse en lo básico”, y así recuperar la confianza de las audiencias.

La pregunta que surge entonces es: ¿qué es lo básico para el periodismo? Para María Almillategui, comunicadora y presidenta de la Asociación Panameña de Periodistas y Comunicadores de Ciencia (APANPECC), para respondernos esa pregunta debemos de hacernos otras preguntas clave como “¿quién es nuestra audiencia? y ¿dónde está? Hay que saber lo que pide el mercado. No nos podemos quedar estancados. Debemos de ser disruptivos e innovar”.

¿Cómo? Por ejemplo, creando un podcast semanal con invitados expertos en temas de desarrollo rural; enviando boletines a nuestros suscriptores con historias acerca de gastronomía ancestral, avistamiento de aves o alternativas al aire libre para la familia; o produciendo videos cortos en TikTok o Instagram contando el “detrás de cámaras” con algún entrevistado o el ejercicio periodístico cotidiano.

En la innovación hay lugar para casi todas las ideas, ya que vivimos en una época en la que consumimos de todo. Es por ello que, como periodistas, nos toca aprender a identificar el tipo de información que las audiencias esperan consumir, así como el tono, el trato y la presentación de estos contenidos.

La mejor fuente de información está al alcance de nuestra mano, literalmente. Hay millones de personas en el mundo que crean contenido, y no solo de bailes, sino que muchos de ellos hablan acerca de la guerra de Ucrania, de gastronomía, de física, de matemática, de informática y de futbol.

La diferencia, y una posible ventaja competitiva para los comunicadores profesionales, es que, si bien todos los creadores de contenido actuales se basan en las tendencias y modas del momento, unos lo hacen basados en información no verificada, mientras que otros sí que nos tomamos el tiempo para investigar, consultar y contrastar la información que nos llega a nuestras manos.

La innovación, en este caso, no se trata solo de crear nuevos espacios, sino de resaltar las ventajas que los productos periodísticos tienen por sobre todo lo demás que existe en el mercado.

Abrir el círculo

Nada de lo dicho hasta ahora tendrá algún impacto en la realidad de los periodistas y comunicadores, si no va acompañado de procesos de aprendizaje formales, que nos permitan adquirir conocimientos que no poseemos. Pero, incluso con esto a veces no es suficiente, porque la cantidad de contenidos que nos rodean a veces son abrumadores, lo que sobrepasa nuestra capacidad de adaptarnos.

Primero que nada, hay que terminar de aceptar que aquellos años del “cuarto poder” quedaron hace mucho tiempo en el pasado. En esta época, el periodista ya no corre con ventaja respecto a  cualquier otra persona que publica contenido en el Internet, que trabaja en investigación o maneja datos de una manera diferente a como nosotros lo hacemos. Lejos de demonizar a los demás, podría ser más beneficioso aliarse con otros creadores, que poseen conocimientos que nosotros no manejamos.

Esto, además de acercarnos a nuevas audiencias, también nos daría la oportunidad de acceder a un gran abanico de historias con una interesante variedad de enfoques, personajes y escenarios. Entonces, la combinación entre una formación constante y la apertura para con otros profesionales puede ser un primer paso hacia la innovación de nuestros productos y contenidos periodísticos.

Es precisamente con esa idea que un medio de comunicación latinoamericano, Revista Late, fundó su escuela de periodismo dirigido, obviamente, a periodistas, pero también a otro tipo de profesionales interesados en aprender a contar historias. “Damos cursos que den al mismo tiempo contenidos para periodistas y narrativa periodística para otras disciplinas”, contó Daniel Wizenberg, miembro de Late.

Esa podría ser la forma de innovación más revolucionaria de todas: abrir los espacios a personas interesadas en compartir información contrastada, desde un punto de vista diferente al de los periodistas.

“Muchos periodistas tienen ganas de compartir historias acerca de la búsqueda por soluciones y muchas veces no saben cómo hacerlo. Es muy importante apoyar los procesos de formación de periodistas y comunicadores, porque es a través de ellos que los demás sectores de la sociedad se pueden sumar a causas de beneficio común”, concluyó Dallies.


Imagen de Eric McLean en Unsplash. 

Fuente: IJnet