Cientos de invitados especiales de diversos ámbitos colmaron ayer el Salón Dorado de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires para asistir al acto de distinción del doctor José Claudio Escribano, integrante del directorio de S.A. La Nación, como Personalidad Destacada en el ámbito de la Cultura. Se trata de un nuevo reconocimiento a su destacada trayectoria en el ejercicio del periodismo, profesión que ejerce en este diario desde hace casi siete décadas.
“Es un reconocimiento merecido para alguien que ha dedicado su vida a formar, informar, educar e inspirar”, dijo la diputada porteña María Luisa González Estevarena, impulsora del proyecto de declaración aprobado por los legisladores el mes pasado. “Su nombre es símbolo de periodismo”, sostiene dicho texto, que repasa los hitos de su extensa carrera. Destaca, además, que sus columnas de opinión “son consideradas de las más influyentes del país”.
“Este edificio se halla en un punto casi equidistante entre el solar histórico de LA NACION, en San Martín 344, en que soñé por años sueños juveniles, y la casa de dos patios de mis abuelos maternos donde nací, en Carlos Calvo, frente al viejo mercado de San Telmo”, sostuvo a continuación Escribano en sus emotivas palabras de agradecimiento. Las dirigió tanto a Estevarena y a los diputados que aprobaron el proyecto como a su esposa, Rita, y a familiares, amigos, maestros, colegas y académicos. También a “los que luchan a diario por las libertades públicas y la decencia de quienes nos gobiernen”.
Muchos de ellos se encontraban allí, en una sala llena de políticos, diplomáticos, economistas, periodistas y miembros del Poder Judicial; representantes de diferentes cleros y de instituciones como la Sociedad Rural, la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (Adepa) y la Academia de Ciencias Morales y Políticas, así como del mundo empresarial y de la cultura, que le dedicaron de pie un extenso aplauso.
“Sin vocación se pueden hacer pocas cosas bien”, reflexionó en una conversación con los periodistas Joaquín Morales Solá y Graciela Guadalupe, que abarcó diversos temas. “La vocación nos ayuda muchísimo a que el ejercicio de un oficio nos permita divertirnos en el sentido más profundo de la palabra –agregó-, a sentir un confort natural por lo que hacemos. La gran pregunta va a estar siempre pendiente: ¿Hasta qué punto el esfuerzo empujado por la vocación para llegar alto nos lleva a actuar con cierto egoísmo, abandonando otras cosas que son importantes en la vida? Todavía no tengo respuesta para ello”.
A la hora de hablar de política, Morales Solá quiso saber su opinión sobre los muchos presidentes de cuyo gobierno fue testigo. Escribano aseguró que “la mejor impresión” se la dio a Arturo Frondizi, por “la prestancia de hombre de Estado que naturalmente tenía”. De Alfonsín, con quien reconoció “muy importantes diferencias en el terreno económico”, rescató su gran calidez. “El peor presidente, creí que era Néstor Kirchner –concluyó–. Pero creo que es el último, Alberto Fernández, el peor de todos”.
Respecto de Javier Milei, confesó no haber visto nunca “un jefe de Estado con un comportamiento, con una configuración emocional tan desbordante”. Y consideró que “gran parte de ese 56% que el 19 de noviembre de 2023 puso el voto en las urnas por él, más que votar estuvo vomitando lo que había tragado durante décadas, décadas y décadas. Y así estamos, como consecuencia de ese hartazgo social”.
En su larga carrera no faltaron amenazas, reconoció, como la que le hizo Emilio Eduardo Massera. “Si yo fuera usted –le dijo el exmilitar–, no andaría caminando por las calles de la ciudad porque los jóvenes oficiales de la Armada lo tienen en la mira”. Escribano le respondió caminando hasta su casa, que quedaba a varias cuadras de distancia. “La experiencia siempre me dijo –explicó- que al miedo hay que combatirlo con más miedo”.
Respecto de los títulos más memorables, destacó el que escribió cerca de las tres de la mañana del 2 de abril de 1982: “Tropas argentinas desembarcaron en el archipiélago de las Malvinas”. “Esa edición salió a las cuatro y media de la madrugada –recordó– y a las cinco estaba rebotando la noticia en todo el mundo”.
Lleva en la sangre la pasión por la primicia. Biznieto, nieto y sobrino de quienes también cumplieron funciones en LA NACION, Escribano desarrolló su carrera profesional casi exclusivamente en este diario. Nacido el 3 de diciembre de 1937, comenzó a trabajar en la redacción cuando tenía apenas 18 años, aunque ya colaboraba desde los 17. A los 23 se convertiría en editor de la sección Políticas, Parlamentarias y Gremiales. Luego sería designado, en forma sucesiva, corresponsal viajero para América Latina, subjefe de editoriales, secretario general de redacción y subdirector. Desde 1997 integra el directorio de lo que hoy es una compañía de medios multiplataforma.
Abogado por la Universidad de Buenos Aires, Escribano se especializó en el World Press Institute e integró el directorio de la World Association of Newspapers (WAN). Presidió Adepa, su Comisión de Libertad de Prensa y la Academia Nacional de Periodismo.
Miembro de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas de la Argentina, de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas de Venezuela y del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI), fue condecorado por los gobiernos de Italia, España y Francia. Entre muchas distinciones, recibió además el Premio Internacional de Periodismo Rey de España y en tres oportunidades obtuvo el Konex de Platino.
A este extenso currículum, muchos de los presentes sumaron ayer elogios. Entre ellos su colega Hugo Caligaris, exeditor de LA NACION y coautor junto con Encarnación Ezcurra del libro Escribano (Planeta): “Es un paradigma del periodismo en su antigua acepción –opinó-: el que investigaba, culto y con rigor. Es el paladín de ese periodismo serio”.
Entre los cientos de invitados que asistieron al acto se encontraban, en primera fila, el doctor Carlos Rosenkrantz, ministro de la Corte Suprema de Justicia; el doctor Julio Saguier, presidente de SA La Nación y su esposa, María Garciarena; el vicealmirante Carlos María Allievi; Jorge Telerman, director general del Teatro Colón, y el doctor Alberto Dalla Vía, presidente de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, y el doctor José Antonio Aranda, vicepresidente del Grupo Clarín. Además de Rita Viglierchio de Escribano, sus hijas y sus nietos, estuvieron presentes Juan de Alzaga, Inés Pertiné de De la Rúa; Luis Ovsejevich, presidente de Fundación Konex; el exdiputado nacional Facundo Suárez Lastra; el doctor Adalberto Rodríguez Giavarini; el exministro Jesús Rodríguez; el fotógrafo Aldo Sessa; Fernán Saguier, director de LA NACION; Emilio Perina; Francisco Seghezzo, CEO de La Nación; Marcos Pereda; el filósofo y escritor Santiago Kovadloff; José Ignacio López; María Elisa Mitre; el historiador Natalio Botana; el doctor Martín Etchevers, de Adepa; Javier Negri; Federico Carenzo; Carlos Pagni; Jorge Fernández Díaz, Félix Sammartino; Daniel Dessein; la historiadora María Sáenz Quesada; el capitán de navío Juan Carlos Marra; el doctor Máximo Bomchil; el doctor Horacio Jaunarena; el doctor Ricardo Gil Lavedra; Alina Diaconú; Juan Carlos Torre, Jorge Vanossi y Miguel Ángel Broda.