A medida que 2025 llega a su fin, Nieman Journalism Lab —el referente global en investigación sobre periodismo digital— publica una serie de columnas de expertos destacando las tendencias que marcarán al periodismo en 2026. Las visiones ofrecen una mezcla de diagnóstico crítico y propuestas innovadoras para afrontar desafíos actuales (Nota: los enlaces derivan al contenido original, en inglés).
Lejos de visiones “tecnoutópicas”, las columnas abordan cuatro ejes centrales: el declive de las redes sociales como plataformas de distribución, la dificultad de cambiar estructuras históricas en los medios, el renovado rol del periodismo local y la evolución del fact-checking hacia la protección personal.
El declive de las redes sociales puede ser una oportunidad
Jonas Kaiser, profesor de comunicación y periodismo, describe un ecosistema digital cada vez más saturado de contenido automatizado, publicaciones engañosas y experiencias diseñadas para maximizar el tiempo de permanencia, no la calidad informativa.
Según el autor, el periodismo tiene una oportunidad histórica para recuperar terreno si logra diferenciarse claramente de la lógica de las plataformas: menos volumen, más valor; menos viralidad, más vínculo. Para Kaiser, el futuro no pasa por competir con las redes sociales, sino por ofrecer una alternativa basada en la autenticidad, la cercanía y la responsabilidad editorial.
“Mientras las redes sociales abrazan la inautenticidad, el periodismo centrado en la comunidad encontrará una audiencia hambrienta.” — Jonas Kaiser
El año en que dejamos de fingir que la industria ha cambiado
Delano Massey, editor de Axios Local, presenta un diagnóstico duro: 2026 no será el año de la transformación que muchos han esperado, sino el momento en que la industria reconocerá que muchos de sus problemas estructurales no han cambiado realmente y quedaron en el discurso.
Massey sostiene que, pese a los constantes anuncios sobre innovación, diversidad y nuevas narrativas, gran parte de los medios tradicionales continúa reproduciendo las mismas lógicas de poder, cobertura y toma de decisiones. La industria, afirma, ha demostrado históricamente una fuerte resistencia a cambiar en profundidad, especialmente cuando se trata de redistribuir recursos o ceder control editorial.
En este sentido, el autor no augura un colapso, sino una etapa de mayor honestidad: aceptar qué modelos funcionan, cuáles no y qué problemas estructurales siguen sin resolverse. Para Massey, el desafío no es tecnológico, sino cultural, y exige revisar quiénes cuentan las historias, desde dónde y para quiénes.
“Los medios heredados han mostrado durante 200 años que no harán lo que nunca han hecho.” — Delano Massey
El periodismo local jugará con más propósito
Samantha Ragland, del American Press Institute, propone una visión inspiradora y más optimista: los medios locales no solo informarán más, sino que buscarán generar alegría y conexión social, no como distracción, sino como fortalecimiento de la comunidad.
Su predicción apunta a que las redacciones locales asumirán un rol más activo en la construcción de comunidad, incorporando el juego, la creatividad y la participación como herramientas periodísticas.
Ragland parte de un diagnóstico conocido: el agotamiento informativo, la evasión de noticias y la desconexión emocional de las audiencias. Frente a ese escenario, propone repensar el periodismo no solo como un proveedor de información, sino como un facilitador de experiencias compartidas.
Eventos comunitarios, formatos interactivos, narrativas lúdicas y espacios de encuentro aparecen como estrategias legítimas para fortalecer el vínculo con la audiencia. Lejos de trivializar la información, la autora sostiene que generar disfrute, curiosidad y sentido de pertenencia puede ser clave para la sostenibilidad del periodismo local y, por extensión, de la democracia.
“El periodismo debe invitar, no solo informar… la supervivencia de la industria puede depender de recordar que la democracia es juego también.” — Samantha Ragland
El mandato de verificación de hechos evoluciona
Cristina Tardáguila, fundadora de Agência Lupa y experta en desinformación, explora cómo el fact-checking deja de ser un ejercicio centrado en la política para convertirse en una herramienta clave de seguridad personal y amenazas cotidianas.
Estafas digitales, fraudes financieros, suplantación de identidad y engaños potenciados por inteligencia artificial configuran un nuevo escenario de riesgo para las audiencias. En este contexto, la verificación se transforma en una herramienta práctica de protección personal.
Tardáguila plantea que los medios y organizaciones de fact-checking deberán adaptar sus enfoques, lenguajes y prioridades, orientándose a ayudar a las personas a detectar engaños que impactan directamente en su vida diaria. Así, la verificación refuerza su valor social y redefine su misión en el ecosistema informativo.ea.
“La metodología de verificación es ahora indispensable para navegar y defenderse en un entorno digital cada vez más peligroso.” — Cristina Tardáguila
En conjunto, estas predicciones de Nieman Lab revelan una industria en plena redefinición: desde el papel de las redes sociales y el desafío de cambiar estructuras antiguas, hasta nuevas formas de hacer periodismo con propósito y seguridad para la audiencia.Más allá de las dificultades económicas y competitivas, el mensaje recurrente es claro: la relevancia futura del periodismo dependerá de su autenticidad, su conexión con las comunidades y su valor práctico para la vida cotidiana de las personas.



