El último estudio sobre el uso de inteligencia artificial en las redacciones locales refleja que los lectores aceptan su presencia en tareas internas, pero exigen supervisión humana, transparencia y límites claros cuando la tecnología interviene en la producción informativa.

El nuevo informe 2025 News Consumer Insights: How Should Newsrooms Use AI?, elaborado por Local Media Association y Local Media Foundation en colaboración con Trusting News, refleja un estado de aceptación prudente entre los lectores locales de Estados Unidos frente a la utilización de la inteligencia artificial en los procesos periodísticos. Las conclusiones proceden de una encuesta a 1.417 personas en 16 estados y Washington D.C., realizada entre el 3 y el 16 de agosto de 2025, con una participación especialmente elevada del segmento de lectores que consultan información varias veces al día y del grupo de mayores de 65 años, que concentra casi la mitad de las respuestas.

El estudio señala que los encuestados son conscientes de que las redacciones ya recurren a herramientas de IA para distintos procesos internos y, en general, aceptan su uso para agilizar tareas rutinarias que no afectan al núcleo de la elaboración periodística. Sin embargo, esa apertura se combina con una demanda abrumadora de supervisión profesional: el 98,8% considera muy o moderadamente importante que una persona revise el contenido antes de publicarse, incluso cuando el papel de la IA se limita a la asistencia técnica. La cifra refleja una coincidencia casi unánime entre lectores de perfiles diversos, incluidos tanto quienes utilizan herramientas de IA en su vida diaria como quienes no tienen experiencia con ellas.

El informe recoge que el 47,6% se siente incómodo con la idea de que un medio emplee IA en su labor periodística, aunque se garantice la verificación humana previa, frente al 37,1% que declara sentirse cómodo con esa posibilidad. La diferencia se acentúa cuando las herramientas intervienen en la escritura de textos, una de las áreas donde el rechazo es más sistemático. Según el análisis, la resistencia se mantiene incluso cuando se especifica que habrá periodistas involucrados en el proceso final de edición.

La transparencia aparece como un elemento transversal en todas las respuestas. El 97,8% quiere saber si un contenido ha sido elaborado total o parcialmente con apoyo de IA, y más de dos tercios (68,5%) prefieren explicaciones detalladas que distingan claramente qué ha hecho la herramienta y qué ha hecho el periodista.

Otro 45,9% demanda información sobre cómo se usó la IA y qué herramientas se aplicaron. Además, un 62,8% considera que disponer de una política explícita sobre su uso ayudaría a reforzar la confianza en el medio, aunque esa política fuera sencilla y limitada a unas pocas condiciones. Los autores del informe destacan que la transparencia no solo informa, sino que ayuda a corregir malentendidos frecuentes sobre el papel real que desempeña la tecnología en las redacciones.

Uno de los elementos centrales del estudio es la clasificación de 18 usos potenciales de la IA. Los encuestados distinguen con claridad entre funciones consideradas aceptables y otras percibidas como inadecuadas. Las tareas mejor valoradas son las que agilizan procesos internos sin alterar la autoría ni la integridad periodística: la conversión de texto a audio (53,4% de aceptación), la traducción de contenidos (53,6%), la transcripción de entrevistas (49%), la edición para corregir gramática y claridad (47,9%) o el análisis de datos (41,8%). También reciben un apoyo relevante la preparación automática de preguntas para entrevistas o el resumen de contenidos extensos.

En cambio, la redacción completa de artículos sin revisión recibe una contundente desaprobación del 85%. También se rechazan mayoritariamente la creación automática de imágenes, vídeos, podcasts, newsletters o alertas de última hora cuando la herramienta interviene sin supervisión. La escritura de titulares y publicaciones en redes sociales genera posiciones más divididas, aunque el rechazo sigue superando a la aceptación. Las conclusiones indican que los lectores diferencian con dureza entre los usos que consideran auxiliares y los que afectan directamente a la producción de información.

El informe detalla que quienes ya utilizan herramientas de inteligencia artificial en su vida cotidiana tienden a mostrar mayor apertura hacia su uso en la redacción. Entre ellos predominan actitudes clasificadas como “cautelosas pero abiertas” o “interesadas en aprender más”. En cambio, quienes no usan IA en ningún ámbito suelen situarse en posiciones de desconfianza, escepticismo o falta de interés. En términos generales, el 58,9% suma al conjunto de quienes se muestran favorables, interesados o abiertos a conocer más sobre la tecnología, frente a un 20,3% que adopta una postura escéptica y un 17,9% que declara no apoyarla.

El estudio también recoge el interés de los participantes por recibir explicaciones que les ayuden a comprender mejor el funcionamiento de estas herramientas y sus implicaciones en el trabajo periodístico. Los contenidos más valorados para ello son los ejemplos prácticos sobre cómo se usa —o no se usa— la IA en la redacción, las guías para identificar contenidos generados artificialmente y los consejos para verificar información en un entorno donde la manipulación digital es cada vez más accesible. También se mencionan Q&A sencillos sobre el funcionamiento de la IA, artículos sobre fuentes fiables y formatos breves divulgativos, aunque con menor apoyo.

Los responsables del AI Community Journalism Lab señalan que la incorporación de estas tecnologías puede aportar eficiencia en procesos repetitivos, pero subrayan que su implementación debe estar guiada por una comprensión precisa de las necesidades de la redacción y de la percepción de las audiencias.

En su análisis final, el informe concluye que los medios locales tienen la oportunidad de acompañar a sus comunidades en la adaptación a estas herramientas, siempre que mantengan la transparencia, expliquen su uso con claridad y respeten la preferencia mayoritaria de los lectores por preservar la intervención humana en la producción de información.

Fuente: Laboratorio de Periodismo

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