Con el brote y la diseminación del COVID-19 “no sólo combatimos una epidemia: también luchamos contra una infodemia”, dijo el director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus, el 15 de febrero. En esta situación, tiene una importancia crítica que la gente acceda a noticias e información que le resulte fiable y que puede ayudarle a comprender la crisis del coronavirus, qué hacer para protegerse a sí misma, a sus seres queridos y a sus comunidades y también al periodismo independiente que refleja cómo los gobiernos y otros reaccionan frente a la pandemia. Está claro que tanto la información como los varios tipos de desinformación van a moldear crucialmente cómo la gente entiende y cómo reacciona frente a una crisis de salud pública, y cómo evalúa las instituciones que le ayudan (y las que no). Los investigadores saben hace tiempo que son las percepciones del riesgo las que determinan cómo la gente reacciona frente a una crisis, y no el riesgo en sí (Glik, 2007).  

El término infodemia que usa la OMS captura el vasto volumen de noticias e información sobre COVID-19 y la ambigüedad, la incertidumbre y a veces el carácter engañoso, la baja calidad o directamente la naturaleza falsa de una parte de ese material. Pero es importante reconocer de entrada que mientras los profesionales de la medicina pueden identificar con fines prácticos al coronavirus como un patógeno, diagnosticarlo, testearlo y mapear su diseminación (asumiendo que el testeo y otros recursos están a disposición), más allá de lo demostrablemente falso, lo obviamente fabricado y la desinformación deliberadamente manipulada que señalan los verificadores de datos, la mayoría de lo que nos llega sobre coronavirus es más difícil de separar clara y limpiamente en información y desinformación, verdadero y falso, fiable y no fiable (Brennen y otros, 2020). Esto está en línea con investigaciones previas que demuestran que la mayoría del público (posiblemente con razón) ve en escala de grises y no en blanco y negro gran parte de la información en la que confía y varias de las fuentes, sean medios, compañías tecnológicas o autoridades públicas (Graves y Nielsen, 2017; Newman y otros, 2018). A menudo, los factores subjetivos e intersubjetivos, como la confianza en las fuentes, importan tanto en la manera en que el público se informa sobre el riesgo como en los factores más difíciles de establecer, entre ellos la fiabilidad y la veracidad (Glik, 2007).

En este informe usamos datos recolectados a finales de marzo y principios de abril de 2020 para entender cómo la gente accede a noticias e información sobre COVID-19 en seis países, cómo califica la fiabilidad de las diferentes fuentes y plataformas que usa, cuánta desinformación dice encontrar en diferentes fuentes y plataformas, y qué sabe (y qué hace) respecto de la crisis del coronavirus. También desglosamos resultados de primera línea para identificar diferencias por edad, educación y orientación política. Y usamos análisis de regresión para identificar correlaciones entre el uso de formas específicas de noticias e información y lo que la gente sabe sobre el virus, agregando otros factores como edad, educación y orientación política. A lo largo del informe, contextualizamos los hallazgos actuales a la luz de lo que ya sabemos sobre diferencias y similitudes en el consumo de noticias y medios en esos países gracias a nuestro informe anual titulado Digital News Report (Newman y otros, 2019). Esperamos que el análisis sea de utilidad a periodistas, medios, plataformas, autoridades públicas y ciudadanos, para pensar sobre el flujo de noticias e información vinculado al coronavirus.

El informe cubre Alemania, Argentina, Corea del Sur, España, Estados Unidos y el Reino Unido, seis países con una población combinada de más de 600 millones de personas y que representan distintos sistemas mediáticos y políticos. La pandemia del coronavirus está en diferentes fases en cada uno de esos países y sus gobiernos han implementado diferentes medidas. Al 31 de marzo, cuando empezamos a recoger los datos sobre el terreno, Our World in Data reportaba que Alemania tenía 6,96 muertes por millón de habitantes; Argentina 0,53; Corea del Sur 3,18; España 156,99; los Estados Unidos 9,58 y el Reino Unido, 20,74. Al 7 de abril, cuando se cerró la recolección de datos, la tasa de mortalidad había crecido a 19,18 en Alemania, 1,17 en Argentina, 3,74 en Corea del Sur, 279,22 en España, 33,20 en los Estados Unidos y 79,15 en el Reino Unido. En esta muestra España es de lejos el país más golpeado y Argentina, el menos golpeado; Corea del Sur es el que más tiempo ha sufrido la epidemia y afronta, como el resto de los países, la posibilidad de una “segunda ola” de casos.

Acceda al informe de Reuters Institute aquí.