A continuación, el discurso completo que brindó Martín Etchevers, presidente de ADEPA, en la comida de camaradería de la 184 Junta de Directores, que se realizó en el Círculo Italiano.
Gracias a todos por estar hoy acompañándonos.
Que los distintos sectores de la sociedad civil, la política, el empresariado, la academia estén presentes en estos encuentros nos reconforta, nos motiva y nos impulsa en un momento de tantos desafíos. Porque lo leemos como una coincidencia de valores, como un reconocimiento a la función que estamos llamados a desempeñar en la democracia. Más allá de los dilemas que enfrentamos, de los errores que cometemos, de las debilidades que nos atraviesan. Sin pretender cheques en blanco, intuimos que hay una coincidencia sobre lo central: la necesidad, para esa democracia, de que existamos como industria, como profesión, como ecosistema sustentable, diverso y federal.
Lo hemos repetido. Los medios a nivel global estamos viviendo una era de enormes retos, de nuevas y viejas amenazas, de una incertidumbre permanente que ante cada supuesta respuesta o certeza vuelve a acecharnos e interpelarnos con nuevos fenómenos tecnológicos, culturales, políticos y económicos.
Como pocas veces, los desafíos son verdaderamente multipolares. Vienen de nuestro modelo de negocios –amenazado por la migración y la nueva concentración publicitaria, por la intermediación forzada y opaca de jugadores globales, por el free riding de nuestros contenidos-. Vienen de nuestra propia misión periodística -empañada por fenómenos como la polarización algorítmica, las fake news y la inteligencia artificial-. Y vienen de durísimas realidades que incluso trascienden las tradicionales presiones políticas o económicas, como el narcotráfico y el crimen organizado.
Eso podría llevarnos al desánimo, a la frustración, a la resignación. O puede convocarnos a redoblar esfuerzos, a dar los debates necesarios, a ser creativos y proactivos, a tratar de estar a la vanguardia en lo que se refiere a las respuestas que se vienen ensayando desde la regulación internacional, los principios y recomendaciones de los organismos supranacionales, las políticas de Estado de los países occidentales más desarrollados del mundo. También puede impulsarnos a seguir capacitándonos y reinventándonos como medios y empresas, a explorar nuevos formatos y aproximaciones a nuestras audiencias, a buscar nuevas formas de monetización, a reforzar nuestra apuesta al diferencial que tenemos como medios periodísticos frente a la proliferación anárquica de campañas de desinformación en redes sociales.
Esta es la alternativa que elegimos seguir desde ADEPA. Apelando al acompañamiento y el compromiso de muchos de ustedes, porque el periodismo necesita de los distintos actores de la sociedad civil.
El sector privado, obviamente del que la prensa participa, debe saber que no hay mejor garantía que un periodismo profesional para entender sus realidades y traducirlas con racionalidad a la opinión pública, para ser el vehículo que contrarreste con información operaciones y campañas de desprestigio muchas veces anónimas. Para aun criticando, investigando y señalando desvíos, contribuir al sostenimiento del Estado de derecho y la seguridad jurídica. Y por ende a la construcción de un clima de negocios más sano, estable, competitivo y con licencia social.
Desde la academia, los ámbitos laborales, profesionales o del tercer sector, porque los medios son una interfaz necesaria entre sus aportes y necesidades y el conjunto de la sociedad. Porque las marcas periodísticas ayudan a poner su voz en la agenda pública con un respaldo que trasciende en mucho un mensaje a sus propios miembros o seguidores. Para no hablarse solamente a sí mismos y poder hablarnos entre todos. Hablarnos, pensarnos, escucharnos, debatir con el que piensa distinto o con el que no es de mi propio ámbito de pertenencia.
Desde el sector público y la política, porque como hemos dicho a menudo desde ADEPA, la prensa y los medios que la vehiculizamos, somos una herramienta de la democracia moderna. Desde la propia concepción filosófica de la división de poderes de Locke y Montesquieu, el periodismo fue llamado a cumplir un rol clave dentro del sistema de frenos y contrapesos, como representante de las distintas voces de la sociedad, como perro guardián de los desvíos y abusos del poder, como instrumento para la auditoría ciudadana y el diálogo democrático entre la población y sus gobernantes.
En ADEPA creemos que, aún con nuestros errores y debilidades, las empresas periodísticas son las organizaciones de la sociedad naturalmente concebidas para ejercer ese rol. Porque invertimos en periodismo profesional y lo entendemos mayoritariamente no como un medio para otra cosa sino como un fin en sí mismo. Porque muchas son centenarias y otras tantas reconocidas más allá de nuestras fronteras. Porque tienen estructuras numerosas, complejas, formales, que cumplen con sus obligaciones legales, laborales, impositivas y previsionales. Porque poseen editor responsable, que se hace cargo de lo que publica el medio y da cuenta de ese contenido ante la audiencia –el árbitro más exigente- y ante la Justicia, el poder del Estado al que debe someterse ex post, nunca ex ante, el trabajo periodístico.
Nunca está de más poner de relieve el aporte cívico del periodismo a la democracia. Aquel que busca desentrañar realidades que estaban disimuladas. Aquel que apuesta a la opinión, tan válido como el primero. Aquel que favorece una discusión basada en datos, en argumentos técnicos, en posiciones contrastadas con la realidad. Aquel que no tiene reparos en mostrar hechos o permitirse análisis que pueden incluso hasta desafiar a su audiencia. Aquel que no necesita adherir sin beneficio de inventario, que puede permitirse dudar, cuestionar y disentir sin por eso convertirse en un enemigo y ni siquiera sentirse en la vereda de enfrente de aquello que pone bajo la lupa.
Lo dijimos hace unos pocos meses, cuando arrancaba este ciclo político. La Argentina arrastra un período de decadencia económica y social demasiado largo. El desafío que tiene por delante, no sólo esta administración sino toda la clase dirigente y el país en su conjunto, es realmente enorme. Con la diversidad de nuestra masa societaria, con nuestras diferentes miradas editoriales, en ADEPA hemos expresado reiteradamente la gravedad de la situación que viene atravesando el país. La hemos vivido y la vivimos en primera persona, como la inmensa mayoría de los argentinos. Y estamos haciendo un gran esfuerzo por mantener vivas nuestras voces, ya que esta crisis local se da, como hemos dicho, en medio de la tormenta que atraviesan los medios en todo el mundo.
Lo entendemos y esta industria ha dado muestras de una racionalidad y un realismo destacables. En los últimos meses hemos visto tomar decisiones empresariales difíciles pero responsables, implementar respuestas creativas para sostener ediciones en lugares emblemáticos del interior del país, avanzar en procesos de reconversión; en definitiva, hemos trabajado con seriedad para abordar la emergencia.
Pero sabemos que hay desafíos estructurales y respuestas de más largo plazo que hoy están en la agenda de las democracias capitalistas del mundo. La OCDE acaba de publicar un documento en el que, para combatir la desinformación, plantea la necesidad de que los gobiernos concentren sus esfuerzos en asegurar la presencia y sostenibilidad de un sistema de medios diversos e independientes. Esto debe hacerse a través de políticas universales y transparentes, que no impliquen premios y castigos. Desde ADEPA hemos dado a conocer 10 principios respecto de la comunicación de los actos de gobierno, criterios derivados de la Constitución y el Pacto de San José de Costa Rica, que trascienden en mucho la mal llamada pauta oficial.
Estamos embarcados en profundizar esta agenda desde la región. Queremos pelear contra la vulnerabilidad económica estructural, contra los fenómenos parasitarios que se alimentan de nuestros contenidos pero no los pagan, aunque sí los editan, los fragmentan y los distribuyen con criterios poco transparentes o directamente opacos. Queremos pelear contra la desertificación informativa que se abre paso desde el interior más profundo, donde ni siquiera hay influencers ni redes que reivindiquen una supuesta comunicación directa. Queremos medios para que la conversación pública no se convierta en un diálogo de sordos.
Hablamos de regulaciones inteligentes. Las propias plataformas vienen adhiriendo a ese concepto en el mundo. Abordajes que no entorpezcan la innovación, no generen intervencionismo estatal innecesario, y menos pongan algún organismo burocrático a determinar qué es noticia, qué es falsedad o cómo se distribuye el valor que generan los contenidos. Abordajes que ante todo reconozcan el derecho de propiedad, esencial a nuestra Constitución y el primero de los 10 principios del Pacto de Mayo anunciado por el Presidente. Y dentro de la propiedad, la intelectual es la quintaesencia de este derecho. Abordajes que privilegien el camino de la negociación privada, que equilibren las asimetrías de poder en esa negociación. Y que eviten los abusos de posiciones dominantes, como los que recientemente vimos en Canadá, donde una empresa decidió eliminar las noticias de sus productos para no cumplir la ley.
Hoy en el mundo de Internet y la Inteligencia Artificial, plataformas, redes sociales o motores de IA generativa son mucho más que aquel kiosco de diarios donde estaban exhibidos los ejemplares que tanto costo profesional y material demandaban. Hoy estos nuevos kioscos ya no venden los diarios, a lo sumo los destacan o los relegan en el exhibidor sin un criterio claro, cuando no toman sus noticias y arman un newsletter propio, o incluso contestan las preguntas de los clientes que pasan por la calle en vivo y en directo, con la información que obtuvieron de nosotros. Menudo desafío. Un desafío que en estos días involucra desde el New York Times hasta la News Corporation, desde la agencia Associated Press hasta el grupo alemán Axel Springer.
Vivimos una nueva era que atraviesa todos los ámbitos: la educación, las comunicaciones, la política, la ciencia, la cultura. Una era en la que todos tenemos el desafío de desaprender y de aprehender (con h), nuevos fenómenos que hasta hace poco nos parecían ciencia ficción. Una era en la que también por eso tenemos el desafío de crecer en la tolerancia a lo nuevo, reconociendo que hay nuevos estilos de liderazgo y también nuevas herramientas de comunicación. Y es bueno entender su lógica, traducirnos y nutrirnos mutuamente, encontrar vías de diálogo, aunque sean trabajosas. Porque estamos convencidos de que hay algo que no pasa de moda: en la democracia, la tarea periodística -más allá de los formatos, los estilos, los lenguajes y las plataformas donde esta se consuma- sigue siendo valiosa para la sociedad. Las audiencias nos lo demuestran todos los días.
Y el periodismo, más allá de afinidades o de recelos, implica una necesaria toma de distancia para contar la realidad desde la razón y no sólo desde la fe. Desde los hechos y no sólo desde las creencias. Incluso desafiándolas, no para eliminarlas sino para pasarlas por esa prueba ácida que podría terminar enriqueciéndolas y, por qué no, otorgándoles más consistencia y solidez.
En Adepa nos reivindicamos institucionalistas, en un momento donde esta palabra está algo devaluada. Creemos en las libertades, derechos y garantías de la Constitución, en la división de poderes, en el estado de derecho, en la seguridad jurídica. Muchos de estos conceptos los ha planteado desde su inicio esta administración. La libre expresión, la tolerancia y también el disenso son parte constitutiva de esa arquitectura institucional.
Por eso estamos seguros de que, sin resignar sus banderas ni su plan de gobierno, hay espacio para encontrar, en este ciclo político, un camino de convivencia entre gobernantes, medios y periodistas. Un camino que puede ser intenso y aún áspero en algún caso, pero que no necesariamente esté marcado por el descrédito personal ante cada matiz, cada crítica o cada desavenencia. Sería interesante para todos tratar de no caer ni la endogamia profesional ni en la generalización de asociar al periodismo con intereses espurios. Como dijo Marty Baron, legendario editor del Washington Post y del Boston Globe, nuestra respuesta a cualquier signo de intolerancia, siempre debe ser más periodismo.
En eso estamos. Y para eso humildemente los convocamos y les pedimos su compromiso. A todos: gobernantes, actores políticos, mundo empresario, académicos, diferentes sectores de la sociedad. Compromiso para ayudar a sostener la industria periodística que es, a fin de cuentas, sostener la profesión periodística o, lo que es lo mismo, el periodismo profesional.
Estamos seguros de que su vigencia a lo largo y ancho del país, en un ecosistema de medios de distintos tamaños; diverso, federal, innovador y valiente, es un aporte indispensable para la salud de la democracia, para la vigencia de la república, para la defensa de las libertades y los derechos de los ciudadanos. Y en definitiva para la construcción de un país que finalmente salga de la decadencia y sueñe con el desarrollo, en unión y libertad.