En el Día de la Libertad de Prensa, es de congratularse que los principales diarios de nuestro país adviertan a sus lectores que cuentan con «un editor responsable» y rechazan las «noticias falsas» en las redes sociales. Una forma de restituir la función de la prensa que, por mediar entre la información pública y el ciudadano, no puede eludir su responsabilidad con los criterios de veracidad.

La irrupción de los medios digitales democratizó la expresión, y la comunicación dejó de ser unilateral, con un solo emisor. Hoy ya no somos simples receptores, pero al quitar del medio a los periodistas, se confinó a la prensa en un lugar superfluo.

A la par, la misma prensa cayó en la tentación de convertir la información que circula en las redes como verdaderas noticias, cuando lo que define a una noticia es si sirve al bien público. La información es un derecho, nunca una mercancía.

Hoy que sabemos como funcionan los «trolls», y las noticias falsas se utilizan para matar la reputación de las figuras públicas o para instalar temas de manipulación de la opinión pública, es cuando más debemos regresar al buen periodismo, el que sabe que el verdadero insumo de la prensa es la libertad y por eso respeta a sus audiencias, chequea la información y ofrece credibilidad.

La mediación de la prensa contribuye a la formación de la opinión pública, de modo que la calidad de una democracia depende también de la calidad de su prensa. Los buenos periodistas en nuestro país son los que, aun a riesgo de sus vidas y su comodidad, nos han develado lo que se intentó ocultar.

Sin la mediatización de la prensa, el lenguaje en las redes se vulgarizó, se hizo agresivo, ignorando que la libertad de expresión tiene una limitación fundamental: no debe utilizarse para incitar al odio y a la violencia.

Al evocar el Día Mundial de la Libertad de Prensa, es de desear que en todas las redacciones de nuestro país se reflexione en torno de lo que significa ser un editor responsible, con rechazo a las mentiras, para que podamos confiar en nuestros periodistas.

Para ser, también, ciudadanos responsables y participativos necesitamos del poder de la información, pero si, como advierte el filósofo coreano Byung-Chal Hun, «todo se hace público, sin mediación alguna, la política ineludiblemente pierde aliento, actúa a corto plazo y se diluye en pura charlatanería».

En el mismo sentido, incorpora el valor del respeto, cuyo significado es «volver a mirar». La mirada respetuosa presupone una mirada distanciada. Una sociedad sin respeto conduce a la sociedad del escándalo y la mentira.

Donde decae el respeto, decae lo público. Una prensa que nos respete como ciudadanos soberanos es la que contribuye a que tengamos una mejor democracia, porque el producto de la prensa no es sólo la información que consumimos, sino la gestión de manera pública o privada del derecho que tenemos como sociedad a ser informados. Sin prensa libre, no hay democracia. Feliz día de la libertad de prensa.

Norma Morandini
Directora del Observatorio de Derechos Humanos del Senado de la Nación