Daniel Santoro, periodista de Clarín y autor de “Nisman debe morir” y “La ruta del dinero K”, entre otros, acaba de publicar “La ruta de la efedrina”, un libro que explora los vínculos del financiamiento de campañas políticas con la red de producción de precursores químicos, el llamado “triple crimen” y la fuga de los presos vinculados a esos asesinatos. En entrevista con Adepa, cuenta los detalles de su investigación, revela algunos hechos presentes en las 336 páginas de este documento y critica el mal funcionamiento de la justicia.

El año pasado, en una entrevista con Adepa, Usted coincidió con que el periodismo de investigación iba más rápido que la justicia en las denuncias de corrupción, y que los jueces argentinos tenían que “actuar con mayor velocidad”. ¿Se sigue dando este fenómeno?

El rol del periodismo en las democracias modernas, además de informar, formar y entretener, es ser el “perro guardián de la democracia”, es decir un contrapoder de los poderes establecidos. Es normal que la Justicia vaya más lenta que el periodismo porque nosotros buscamos datos comprobables y los jueces y fiscales pruebas según el Código de Procedimientos Penal. Lo que no es normal es que los juicios por corrupción, hasta ahora, tengan un promedio de duración de 16 años. Más allá de algunos jueces corruptos, si el Congreso no cambia los procedimientos seguiremos igual. No puede ser que un juez federal tenga 3 mil causas de drogas y que, por ejemplo, deba además investigar la estructura financiera internacional de Odebrecht o de un funcionario argentino corrupto. Hay que crear dos o tres juzgados anticorrupción con jueces y un equipo especializado porque estamos frente a una situación y niveles de corrupción extraordinarios.

¿Cuáles son las principales premisas del libro “La ruta de la efedrina”?

Después de los best sellers “Nisman Debe Morir” y “La Ruta del Dinero K”, escribí el libro de investigación: “La Ruta de la Efedrina” que contiene una serie de primicias sobre la importación de 50 toneladas de ese precursor químico desde China y la India para contrabandearla a México, donde se lo convertía en metanfetaminas con destino final a EE.UU. La maniobra dejó, solo en la Argentina, una ganancia de 500 millones de dólares. Además, el libro incluye la más detallada y rica reconstrucción de cómo la efedrina financió la campaña electoral de Cristina Kirchner del 2007, de la triple fuga del 2015 y del “Operativo Palmera” de la AFI para atrapar al financista Ibar Pérez Corradi en Paraguay del 2016.

Pero sobre todo revela cómo la jueza federal María Servini –si el Consejo de la Magistratura no la echa antes- apunta a sectores de la SIDE, las policías Federal y Bonaerense y la Aduana por la protección que le dieron a Pérez Corradi y otros traficantes de efedrina para poder traficar efedrina. Se estima que los sobornos llegaron a casi 20 millones de dólares y la jueza ya tiene los nombres de los que lo cobraron.

En poco más de 300 páginas, cuento también cómo el ex director General de Operaciones de la SIDE Antonio Stiuso denunció ante la Justicia que la ex presidenta le ordenó en el 2013 dejar de investigar la violenta muerte del ex espía Lauchón Viale -sospechado de haber intervenido en alguno de los negocios de la efedrina- en manos de la policía Bonaerense. Otro capítulo narra que mientras Stiuso investigaba al “Rey de la Efedrina”, Roberto Segovia, su abogado, hacía gestiones ante el SEDRONAR por una de las empresas importadoras de efedrina. Un Segovia que mientras se compraba el primer Roll Royce Phanton de la Argentina, donaba plata a los presos por el sangriento copamiento del regimiento de La Tablada, sus ex camaradas del ERP.

La larga e inconclusa pelea entre el ex titular de la SEDRONAR, el procesado José Granero, y el ex jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, es otro de los ejes de mi noveno libro que refleja también la preocupación de EE.UU. por la penetración de narcos mexicanos y colombianos en la Argentina en los últimos años.

¿Y sobre el caso de Pérez Corradi?

En el libro analizo la indagatoria completa de Pérez Corradi ante la jueza Servini y muestro una serie de nuevas pistas que está siguiendo la magistrada. Por ejemplo, el ocultamiento de datos a la SEDRONAR y a la dirección de Inteligencia Criminal del avance de la efedrina desde el 2008 y el descargo de Aníbal Fernández, jurando una y otra vez, que él no fue “La Morsa”, pero admitiendo que oficiales de la Policía Federal cobraron coimas, en alusión al comisario “Chipi” Mondragón. También revelo que Aníbal aparece denunciado por un reclamo de 100 mil dólares que le hace el polémico empresario argentino-mexicano Carlos Agustín Ahumada Kurtz –a quien Martín Lanatta acusó de haber sido financista de los carteles mexicanos- por la compra del pase del sobrino del ex ministro K. Otro eje es la pista que dio el financista de la efedrina según la cual su socio le compró campos a Rudy Ulloa y un conocido suyo le habría vendido una casa cerca de la residencia de Olivos a “Néstor y Cristina” para hacer reuniones de negocios ocultos.

El libro incluye un relato de cómo la efedrina salpicó al gobierno de Mauricio Macri con la triple fuga y la mafia de la Aduana lo que demuestra que la banda y sus ramificaciones aún no ha sido terminada del todo.

En definitiva, en este libro cuento cómo un grupo de jóvenes aventureros –liderados por Pérez Corradi y Sebastián Forza- y sin reglas pasó del negocio de la venta ilegal de los esteroides en los gimnasios, a la mafia de los medicamentos y al contrabando de efedrina, gracias a funcionarios y financistas permeables a ganar plata negra durante los gobiernos de Menem y los Kirchner.

¿Cómo es el tratamiento con las fuentes en un tema tan delicado?

Tuve una especial dedicación a chequear que todas las personas nombradas –que son muchas- estén citadas, imputadas, procesadas o condenadas en una causa judicial. Incluso entrevisté a Aníbal Fernández para darle su derecho a contestar las acusaciones que se vertieron sobre él. Además, los abogados de Ediciones B me hicieron una serie de consejos para tratar de blindar el libro y tengo, como en todos mis libros, un archivo con 60 carpetas con documentación, en papel y –la mayoría- también digitalizado. Se puede leer a parte de ellos en mi blog Santoro Investiga, que es una suerte de respaldo documental de muchas de mis investigaciones.

¿Existe alguna razón que justifique el momento de publicación del libro?

La jueza Servini, si la dejan, está por avanzar sobre la pata política que le dio protección a esta operación narco internacional y es necesario para cualquier lector que ame los datos, más que las opiniones rimbombantes, un libro que le explique un tema más complejo de un problema como el narcotráfico que desgraciadamente llegó a la Argentina para quedarse.

¿Tuvo alguna repercusión al respecto?

Los jueces y fiscales que ya lo leyeron me trasmitieron sus felicitaciones por lo preciso y ameno que es el libro sobre un tema pesado que cada vez penetra más la política. Hay mucha descripción y escenificación de situaciones. Uno de ellos me dijo que el libro, además, es casi un guión para hacer una película sobre el triple crimen, la mafia de los medicamentos, la efedrina y la triple fuga. Y hay datos inéditos, que no se los puedo contar, que van a ser incorporados a la causa judicial.