El secretario de redacción del diario La Nación es uno de los mayores referentes en innovación dentro del periodismo gráfico en América Latina. En esta charla con ADEPA habla de los desafíos que instala la revolución tecnológica y de la posición del periodismo durante la época kirchnerista.

Es un viernes a la tarde-noche y en la redacción de La Nación se observa una suerte de combinación entre periodismo tradicional y digital. Mientras algunos escriben y otros planifican la tapa del día siguiente, Víctor Hugo Ghitta hace una entrevista para el ciclo “Conversaciones”, una de las grandes apuestas de Lanacion.com. Carlos Guyot se levanta de una mesa central y recibe a Adepa en su oficina, llena de libros y algunos cuadros. Sonríe y dice que ha tenido un día agotador. Sin embargo, anuncia que no hay apuro. Invita a conversar. Estamos a solas en un reducto tranquilo, silencioso. De la puerta hacia afuera, los vidrios permiten ver cómo los demás corren. De ahí viene él. Aunque no lo parezca.

 

– ¿Qué balance hace de la relación entre el kirchnerismo y el periodismo?

– La era kirchnerista ha introducido muchas distorsiones al ejercicio del periodismo. Tiene que ver con diferentes cuestiones, como la económica, en el manejo de la pauta oficial. También, con el ejercicio cotidiano de la profesión, pues hubo periodistas mencionados en discursos oficiales, lo que generó un contexto de mayor tensión. Un contexto que en algún punto dificultó el trabajo. Además hubo una concepción del periodismo militante: suponer que todo periodismo es servil a una idea político-partidaria o a un interés económico. Estas distorsiones afectaron el ejercicio del periodismo.

 

– ¿Se puede hablar de miedos?

– Depende de los periodistas y de los medios. Si un periodista es mencionado de manera negativa en un discurso presidencial, por ejemplo, se sentirá agredido. Gran parte del periodismo se ha sentido un poco frustrado. La dificultad del acceso a las fuentes, a la voz del funcionario pero también a datos estadísticos, la retórica de cierta agresividad en donde detrás de cualquier título se proyecta una intencionalidad política generan un poco de frustración.

Desde el poder se instaló un clima de sospecha generalizada. Afortunadamente, según lo que recibimos de las encuestas y audiencias, La Nación sigue gozando de credibilidad, lo que ha sido un diferencial para nosotros en estos años.

 

– ¿Se impone la esperanza con el cambio de gobierno?

– Hay esperanza de que el próximo gobierno modifique algunas circunstancias que fortalezcan el ejercicio del periodismo independiente. Me refiero a ecuanimidad en la pauta oficial, acceso a voces y fuentes, y regularización de las estadísticas. Con un nuevo ciclo uno espera que eso vuelva a estar en la agenda pública y que un futuro gobierno aliente un contexto que fortalezca el trabajo del periodismo independiente.

 

– ¿Se pudo superar la negativa de funcionarios a hablar con medios con los que no comulgaban?

– Si bien es cierto que parte de administración se ha ocultado, en los últimos meses hubo algunos que con La Nación dialogaron. Los casos de Axel Kicillof y Aníbal Fernández, entre otros que vinieron a nuestro ciclo “Conversaciones”, son una referencia. Sobre el final del mandato hubo un diálogo más abierto.

– ¿Cómo analiza el impacto de la revolución digital en las noticias?

– La revolución digital es la de las audiencias, del lugar que ocupan, de la centralidad que hoy tienen en la circulación de la información. Las audiencias han evolucionado de una forma mucho más veloz y elástica que la política, la economía y que gran parte de los medios. Los medios estamos respondiendo a esa evolución.

 

– ¿Cómo lo afrontaron en La Nación?

– La Nación decidió poner un equipo profesional con foco en las audiencias digitales, conocimiento y una gran capacidad de aprendizaje. El desarrollo de los medios digitales está aún en evolución y sigue sus propias dinámicas. Exige un equipo profesional, dedicado y con fuerte capacidad de aprendizaje. Toda la redacción entendió que debía asumir los cambios que la industria produce. Largar el ciclo “Conversaciones” fue una apuesta. Su repercusión superó nuestras expectativas. Hoy producimos una suerte de distintos formatos en video, como “Un libro en un minuto”, que dependen de cómo responden las audiencias.

 

– ¿Cómo se dividen entre el papel y el on line?

– Contamos con equipos dedicados a productos digitales y una redacción central que puede trabajar para una u otra plataforma. Tenemos editores dedicados al producto print y otros dedicados al digital. Seguimos haciendo el clásico trabajo editorial de estar muy al tanto de lo que ocurre y evaluar cuáles son las cosas más importantes o de mayor impacto. También miramos qué está eligiendo la audiencia digital en nuestro sitio y en otros. La magia se ha transformado en descubrir cuáles son esos intereses, interpretarlos y convertirlos en el estilo o marca de La Nación.

 

– ¿Por qué apostaron también al deporte?

– El lugar del periodismo deportivo en un medio como La Nación ha ido evolucionado. Nuestro producto print tiende cada vez más a contar historias y el mundo del deporte es una fuente inagotable de historias dramáticas y felices. Al mismo tiempo, el deporte es un espacio privilegiado para las columnas de opinión y las diversas miradas. Tenemos una serie de columnistas reconocidos, como Ezequiel Fernández Moores, Juan Pablo Varsky y Daniel Arcucci, entre otros que nos aseguran un valor agregado.

En general, el amante del deporte ya se ha enterado de todo por la televisión. Nuestros columnistas aportan otra mirada, un plus que permite entender mejor lo que pasa.

 

– ¿Cuál es su visión sobre el futuro del periodismo?

– Vivimos en un tiempo paradójico: por un lado la revolución digital en algún punto erosiona algunos de los cimientos en los que se construyó la industria periodística, pero al mismo tiempo ofrece enormes posibilidad al ejercicio del periodismo. El periodismo profesional tiene un enorme futuro. Y el digital tiene mucho por aprender y crear. Todavía no encontramos el lenguaje y el modo narrativo que aproveche lo mejor del mundo digital. Creo que el principal vehículo del periodismo del futuro es la pantalla del celular. Pero hay roles del periodismo clásico que seguirán siendo relevantes o sólo podrán asegurarse dentro de un medio. Tenemos la enorme responsabilidad de ver cómo aseguramos las condiciones económicas y de contexto para que ese periodismo pueda seguir sin problemas. Porque más allá de lo que ocurre en las redes sociales y que haya una enorme florecimiento de emprendedores periodísticos, en el futuro seguiremos necesitando de medios fuertes que aseguren la independencia política y económica de periodistas que puedan seguir trabajando profesionalmente.

 

– Habló del teléfono móvil. ¿Qué cree que ocurrirá con los otros formatos?

– Sólo se puede hablar a diez años; más allá es demasiada ciencia ficción. El papel seguirá existiendo. Pero será diferente. No será un medio de actualidad informativa sino de análisis. Un medio que ayude a entender todo aquello sobre lo que la gente ya se enteró por otro lado, como el teléfono, las redes sociales, la radio y la televisión. Los diarios siguen siendo un ordenador de contenidos bajo una experiencia particular. Posiblemente hablarán más de lo que va a ocurrir o explicarán por qué ocurrió lo que ocurrió. El gran desafío es cómo traducir los enormes contenidos diarios en una experiencia personal de siete pulgadas. Gran parte de la magia estará en la personalización, en la selección de contenidos que son más interesantes para una persona que para otra.

 

– ¿Qué siente por el periodismo?

– Empecé a los 16 años en un periódico del colegio. Siempre tuve esa necesidad de contar historias. Contar historias es algo que permanece. Cambian los formatos, la tecnología, pero en el fondo lo que se busca es seguir contando historias que nos abran los ojos, que nos emocionen, que nos hagan sentir más humanos.
Entrevista realizada por Alejandro Duchini para  Adepa