En entrevista con Adepa y en el marco de su nueva publicación El 68, Gustavo Sierra habló de los acontecimientos de ese año que marcaron el rumbo del siguiente medio siglo en la Argentina y el resto del mundo.
Sierra tiene cuarenta años de experiencia como periodista. Actualmente trabaja en la Televisión Pública. Fue corresponsal de guerra y enviado especial de Clarín, CNN, Univisión, Telemundo, NBC-Canal de Noticias y Telenoticias, cubrió las guerras de Afganistán e Irak, entró en el campo de prisioneros de Guantánamo, siguió los pasos de Osama ben Laden en la frontera afgano-paquistaní, fue acreditado en la Casa Blanca, relató la narcoguerra mexicana y observó el colapso de Wall Street. Además, fue pionero en el desarrollo de aplicaciones y especiales multimedia para Clarín.com. Recibió los premios Moors Cabot de Columbia University (2008), FOPEA 2015 a la mejor investigación periodística, y varios galardones más. Es autor de los libros “Sinaloa-Medellín-Rosario”, “El cartel de Bagram”, “Kabul, Bagdad, Teherán”, “Bajo las bombas” y “Los chicos del ISIS”.
¿Cómo fue el proceso de investigación de “El 68”?
Muchas horas de lectura. Cada tema que abordaba se iba abriendo como capas de cebollas. Todo está encadenado en ese 1968. Por lo tanto, me obligó a estudiar y entender situaciones diversas, desde el movimiento hippie californiano hasta la relación entre el gobierno checoslovaco con el Kremlin, y desde la ruptura de las organizaciones obreras argentinas hasta las obras producidas en el Di Tella. Fueron seis meses de investigación y lectura, y otros seis meses de escritura intensa. El resto, es parte de la memoria y 40 años de experiencia en periodismo.
¿Cuáles son las principales conclusiones del libro?
El 68 fue un año puente entre las décadas del 60 y del 70. Es el epicentro de todo lo que sucedió en esos 20 años y que tanto nos marcaron desde entonces. Fue una explosión de rebeldía juvenil contra el totalitarismo, tanto en la órbita soviética y el comunismo como contra el capitalismo rabioso y la “american way of life”. Los jóvenes de todo el mundo tenían una necesidad imperiosa de terminar con la rigidez de sociedades en las que las familias aún regían el destino de sus hijos (el hijo del abogado tenía que ser abogado, el del carnicero hacerse cargo de la carnicería y el del intelectual destacarse en sus estudios universitarios para no ser marginado). Los jóvenes del 68 ya no tenían las mismas necesidades sus padres que habían vivido las penurias y el horror de la guerra. Ya no se contentaban con sobrevivir en una sociedad democrática. Tenían otras aspiraciones y no estaban dispuestos a esperar para conseguirlas.
Al mismo tiempo, había un “mandato” de cambiar al mundo. Ya no podían seguir imperando los colonialismos, la discriminación racial o la explotación laboral. Por eso surgen el movimiento de los derechos civiles en Estados Unidos, la guerra de Vietnam y los levantamientos populares contra las dictaduras latinoamericanas. Los estudiantes estuvieron a la vanguardia de todas estas luchas en el mundo. Y todo esto trajo una producción extraordinaria en materia cultural, desde el rock hasta la conquista del espacio. Aunque hay que aclarar que no se trató de una revolución. Fueron levantamientos y rebeliones que, salvo en Checoslovaquia donde intentaron desprenderse del régimen comunista, no buscaban un cambio de régimen. Querían mayores libertades y reivindicaciones dentro del sistema. Fue, por sobre todo, una gran revolución cultural. Los adoquines que volaban en las calles llegaron a los livings y cocinas de las casas. Allí se produjo la gran confrontación entre padres conservadores e hijos progresistas. Todo esto nos sigue influenciando medio siglo más tarde.
¿Qué impacto tiene la revisión de esas conclusiones en el contexto actual de la política y cultura argentinas?
El 68 comienza en Argentina tres meses antes con el fusilamiento del Che Guevara en Bolivia (octubre del 67) y termina cinco meses más tarde con el Cordobazo (mayo del 69). En el medio estuvo la dictadura de Onganía, el siempre latente regreso de Perón, la división de la CGT entre colaboracionistas y revolucionarios, el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, el lanzamiento de grandes obras de infraestructura como El Chocón y Atucha y las primeras acciones de los grupos guerrilleros. Hay que decir también que la grieta ya estaba presente en ese momento. El peronismo y el antiperonismo estaban en su esplendor. Y al mismo tiempo se registraba un boom extraordinario de nuestra cultura. El Instituto Di Tella aglutinaba a la vanguardia; surgía el rock nacional; la revista Primera Plana era el espejo de todo eso; el diario Crónica vendía tiradas enormes y se editaban varias y muy prestigiosas revistas literarias; Gabriel García Márquez venía a presentar “Cien Años de Soledad”, la gran novela descubierta y editado por Sudamericana. Y cada uno de estos hechos no cayó en el olvido, 50 años más tarde continúan influenciándonos. Los chicos del nuevo milenio argentinos buscan en esas raíces algunas respuestas a lo que les sucede hoy.
¿Qué influencia tuvieron los acontecimientos del resto del mundo de los 60 y los 70 en Argentina?
La popularización de la televisión era relativamente reciente y por primera vez se realizaban transmisiones satelitales. Ya no había que esperar a ver el noticiero del cine para encontrarse con las imágenes de lo que estaba sucediendo en otro lado del mundo. El video llegaba casi instantáneamente y nos permitía observar todo en una nueva dimensión. El Mayo Francés aparecía en las pantallas en todo su esplendor. Los grandes camarógrafos documentalistas enviaban de inmediato sus imágenes que eran transmitidas a las redacciones de todos los canales y esa misma noche aparecían en los noticieros. Como el resto del mundo pudimos ver el despegue de cada nave que despegaba hacia el espacio y, por supuesto, el hombre en la Luna, que se produjo unos meses más tarde. Los discos también llegaban rápidamente y las radios los difundían.
Todavía teníamos las editoriales más poderosas de habla hispana y se editaban en Buenos Aires los libros para España y el resto de América Latina por lo que las discusiones filosóficas tras el Mayo Francés llegaron en forma de libro muy rápido. El levantamiento de los estudiantes y obreros franceses tuvo una influencia enorme en sus pares argentinos. Veníamos de vivir La Noche de los Bastones Largos por la que habían tenido que emigrar algunos de los mejores profesores y los universitarios estaban en pie de lucha.
Los acontecimientos de la Sorbona dieron un gran espaldarazo a este movimiento así como a la lucha de los líderes obreros independientes como Tosco y Ongaro. La represión soviética contra el “comunismo con rostro humano” de Checoslovaquia llevó a muchos intelectuales a desafiliarse del Partido Comunista Argentino. El Flower Power californiano y Sargent Pepper de Los Beatles influenciaron a varias generaciones de chicos argentinos. En fin, fue un año de una efervescencia globalizada.
¿Cómo vivió el 68? ¿Existe algún motor personal que lo haya llevado a contar esta historia?
Tenía apenas 12 años. No podía dimensionar en ese momento lo que estaba sucediendo. Aunque tengo recuerdos muy marcados de acontecimientos como la transmisión por radio de la noticia del asesinato de Bobby Kennedy. Y todo lo que sucedió ese 68 en Argentina y el mundo me marcó toda la vida.