La SIP nació en mayo de 1942, cuando el destino de la Segunda Guerra estaba abierto. ADEPA nació en una asamblea de la SIP, en octubre de 1962, durante la crisis de los misiles en la que el mundo estuvo al borde de una guerra nuclear. En el momento en que el horizonte era dominado por la oscuridad hubo quienes pensaron en entidades que trascenderían el tiempo de sus propias vidas.

Es domingo en Punta Cana, el día de la madre en la Argentina, y la asamblea anual de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) promedia su cierre con un panel sobre el rol de las asociaciones nacionales de prensa en América latina. Arrancamos el encuentro, en el que participan los directores ejecutivos de ADEPA, la Asociación de Medios Informativos de Colombia y el Consejo de la Prensa Peruana, recordando que estas organizaciones son hijas de la SIP y de sus asambleas, adonde regresan periódicamente como a una casa materna.

La historia de la SIP se cruza con la historia del continente y del mundo. Nació en un congreso de periodistas en México, en mayo de 1942, cuando el desenlace de la Segunda Guerra Mundial estaba abierto. A lo largo de los años, pasó por sus reuniones un gran número de protagonistas de la segunda mitad del siglo XX y de lo que va del actual. John F. Kennedy pronunció en una de sus asambleas -en Miami- uno de sus últimos discursos formales, antes de viajar a Dallas, donde encontraría su muerte.

Un año antes, mientras transcurría la asamblea anual de la SIP en Santiago de Chile, el presidente norteamericano daba otro discurso, en el que anunciaba el bloqueo de Cuba. Se iniciaban los trece días en los que el mundo estuvo, como nunca antes, al borde de una guerra nuclear. En ese contexto, 17 editores argentinos -la mayoría de los cuales se acababa de conocer en el hotel chileno en el que se celebraba la reunión- decidieron conformar una asociación de medios a nivel nacional, que siguiera los lineamientos de la organización continental. Mientras el mundo coqueteaba con su extinción, un grupo de periodistas -ninguno de los cuales hoy vive- se ilusionaba con una institución que los trascendiera.

Así nació ADEPA. De modo similar, surgieron las organizaciones nacionales que hoy defienden la libertad de prensa en Colombia, México, Brasil, Chile, Ecuador y Perú, entre otras. Durante las últimas décadas, estas entidades jugaron un papel central en la defensa del derecho a la información de los ciudadanos y en el asesoramiento y defensa de medios y periodistas bajo acoso de gobiernos autoritarios, regímenes hostiles y el crimen organizado. Hubo periodistas asesinados, colegas exiliados, diarios clausurados, medidas persecutorias, campañas de estigmatización. Cuando reinaba el silencio, instigado por el temor, los representantes de las asociaciones de prensa se contaban entre los pocos que levantaban la voz para denunciar los atropellos.

En las últimas dos décadas, a los desafíos históricos del periodismo se sumaron los provenientes de la revolución tecnológica. Las asociaciones de prensa impulsaron, y en muchos casos estructuraron, acuerdos con los gigantes tecnológicos que permitieron atenuar los perjuicios y el desconocimiento de los derechos de autor de los medios.

Hoy, el gran reto es la irrupción de la Inteligencia Artificial. Las asociaciones desarrollaron manuales de uso dentro de las redacciones para combatir la desinformación que potencia la nueva tecnología. En paralelo, reclaman la debida protección de la propiedad intelectual de un oficio inseparable de la dinámica institucional de nuestras sociedades.

Hay un trabajo poco visible para el gran público de las asociaciones nacionales de prensa. Pelean por el periodismo de calidad y por la libertad para ejercerlo. Por el mejor oficio del mundo, según dijo Gabriel García Márquez, por primera vez, en una asamblea de la SIP.

Luchan por la oxigenación de un mundo intoxicado por la polarización, la intolerancia y la decreciente capacidad para diferenciar la verdad de la mentira. Lo hacen, una vez más, para abrir un futuro donde parece no haberlo.

Por: Daniel Dessein

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