En un acto formal en la Biblioteca Nacional celebrado el último jueves, los académicos incorporados desde 2019 hasta la fecha recibieron sus diplomas. La ceremonia, postergada por la pandemia, tuvo como protagonistas a Beatriz Sarlo, María O’Donnell, Hinde Pomeraniec, Santo Biasatti, Fernando Bravo, Daniel Dessein, Gustavo González, Marcelo Longobardi, Fernando Ruiz, Ernesto Tenembaum, Eduardo van der Kooy, Hugo Alconada Mon, Fernán Saguier, Héctor Guyot y Norma Morandini. Cada uno de ellos pronunció unas palabras referidas a su visión del periodismo y la significación personal de su incorporación.
El acto comenzó con un homenaje a Magdalena Ruiz Guiñazú y José Ignacio López, por sus aportes a la profesión.
Joaquín Morales Solá, presidente de la institución, brindó un discurso en el que recorrió parte de la trayectoria de los nuevos académicos. Lo reproducimos a continuación:
“Asistimos hoy a la incorporación formal de nuevos académicos de la Academia Nacional de Periodismo. Los nuevos académicos son académicos de pleno derecho desde el momento mismo de su elección y participan activamente desde entonces en la vida de la Academia. Los rigores de la pandemia, y los cambios sustanciales en la vida y en las costumbres que provocó en nuestras vidas, nos obligó a postergar este acto tan importante para la Academia y para los académicos. De hecho, la ceremonia habitual consiste en que cada académico nuevo tenga su propio acto, su propia ceremonia. Esto no fue posible en su momento y, por eso, ahora nos vemos obligados a hacer un solo acto para que reciban sus correspondientes diplomas todos los académicos que ingresaron desde 2019.
Voy a respetar el orden alfabético. Lo primero que debo decir de los académicos que se incorporan formalmente es que todos debieron estar en la academia desde mucho antes.
Hugo Alconada Mon es uno de los más importantes periodistas de investigación del país. Nos enseñó a todos que es posible descifrar los códigos secretos de la corrupción y desarmar las mamuschkas de la corrupción. Tiene estómago para hablar con príncipes y mendigos, con héroes y villanos, si el objetivo final es acercarse a la verdad.
Creo que Santo Biasatti no es consciente de la enorme carrera periodística que ha hecho. Empezó en el periodismo gráfico, pasó por recordados programas de radio y se convirtió en un referente de la conducción de programas periodísticos de televisión. Conozco pocos periodistas que tengan un olfato tan fino para establecer qué es lo que espera la gente común de los periodistas.
Hablar de Fernando Bravo es hablar de radio. Aunque ha hecho también televisión, su carrera transcurrió -y transcurre- en la radio. Es un clásico de la radio, valiente y generoso con sus colegas. Tiene una voz serena para decir cosas fuertes, sobre todo para no resignar sus ideas. Esa sinceridad y ese coraje lo obligaron a vivir situaciones muy difíciles en el espacio público.
Daniel Dessein no es un caso único, pero sí una de las pocas excepciones de una Academia en la que su padre y él formaron parte de ella. Daniel Dessein puede responder cualquier pregunta sobre la situación del periodismo en el mundo o en el país. Su curiosidad sobre la peripecia del periodismo es infinita. Heredó de su padre la curiosidad por los temas culturales, que hizo del suplemento cultural de La Gaceta de Tucumán uno de los más prestigiosos del país.
Gustavo González es un caso emblemático para los periodistas. Empezó desde muy joven a ejercer el periodismo y hoy comparte la conducción de Perfil, la editorial más importante del país. Gustavo González conoce en la práctica lo que nos enseña la teoría: el periodismo solo puede ser independiente si hay empresas periodísticas financieramente independientes. Logró la coexistencia del trabajo periodístico puro y duro con las necesidades de una empresa periodística. No hay muchos casos como de Gustavo González en el periodismo.
Marcelo Longobardi es el periodista más exitoso de la radio argentina. Lleva décadas liderando la audiencia de la primera mañana de la radio. Tiene una voz y una opinión inconfundibles. Eso no le impide, sin embargo, recurrir al testimonio de personas que él sabe que no piensan como él. Eso es periodismo. Marcelo Longobardi debió estar hace mucho tiempo en la academia.
Cuando leo a Maria O’Donnell creo que escribir es su vocación más firme, tal vez heredada de su padre, el recordado y querido Guillermo O’Donnell. También ha hecho y hace radio y televisión. Es una de las periodistas mejor formadas intelectualmente. De María O’Donnell rescato la pasión que pone en la defensa de sus ideas y su rechazo a abrazarse a posiciones extremas.
Debo hablar de un académico, amigo y periodista que ya no está entre nosotros: Daniel Muchnik pasó por las redacciones periodísticas más importantes del país con cargos también importantes y, al final de su vida, puso su interminable entusiasmo en la defensa de las causas más nobles y en la denuncia de acontecimientos que avergüenzan a la humanidad. Fue un gran periodista, pero también, y sobre todo, un hombre bueno.
Hinde Pomerianec no solo es una académica, sino también una maestra de periodistas. Siempre en nuestros debates nos recuerda que aún para debatir un tema debemos estar correctamente informados, consultar con las fuentes precisas e, incluso, convocar a la Academia a los protagonistas de los hechos que analizamos. Gracias Hinde por recordarnos siempre cómo es el periodismo.
Otro maestro de periodistas es Fernando Ruiz, un analista riguroso de los medios. Su vocación está en la formación de las nuevas generaciones de periodistas porque eligió ejercer la docencia en la Universidad Austral y en Fopea. Su capacidad de comprensión de los cambios que vive el periodismo hace su presencia imprescindible en la Academia.
Fernán Saguier llegó al cargo de director en el diario con más historia del país, La Nación. Pero empezó como un simple cronista en la redacción hace 30 años y luego fue corresponsal en el exterior. Hizo toda la carrera que un periodista debe hacer. Su obsesión es la precisión de los datos periodísticos. Lideró también la modernización de La Nación para que el diario acompañara los cambios tecnológicos. Las puertas de su oficina (y esto me consta personalmente) están abiertas para representantes de la oposición o del oficialismo. Nunca hizo diferencias entre unos y otros. Llegó al máximo cargo que puede llegar un periodista, pero habiendo aprendido en el trabajo diario todas las reglas de la profesión.
Todo lo que se diga de Beatriz Sarlo es poco si se recorre su extensa carrera académica y la cantidad de libros con los que explicó desde la literatura, la filosofía o la política el aquí y ahora. Desde hace algunos años es también una destacada analista de los hechos políticos de actualidad. Rescato su espíritu libre, su compromiso con la independencia y su resistencia a dividir la política entre buenos y malos. Nunca la veremos siguiendo un rebaño.
Ernesto Tenenbaum también empezó en el periodismo gráfico y ahora trabaja en todas las disciplinas del periodismo, incluidas la radio y la televisión. Cuando lo escucho hablar en la Academia sé que estoy ante alguien que no está dispuesto a resignar sus ideas ni a ingresar en ninguna grieta. Su esfuerzo por alcanzar la objetividad, o al menos la justicia, es fácilmente comprobable.
Eduardo van der Kooy empezó siendo muy joven como periodista de deportes del diario Clarín y lleva ya 30 años como el principal columnista político del diario. Es una carrera realmente notable. Sus opiniones, que nunca se abrazan a los extremos, son calurosamente recibidas en la Academia porque siempre aportan un punto de vista novedoso y una dosis oportuna de sentido común.
Todos ellos no solo merecen estar en la Academia. La Academia los necesita. No todos pensamos igual. Por eso somos una academia y no un club de amigos. Pero hay algunas cosas que nos unen. El valor que le damos a la independencia periodística y a la honestidad personal e intelectual. Nos unen los principios básicos del periodismo. por ejemplo: el rechazo hasta físico a la información que no es cierta o a las llamadas “operaciones de prensa”, que son la perversión del periodismo.
La lucha por la libertad, aun por la libertad del que piensa distinto, o sobre todo por la libertad del que piensa distinto.
Nos une una mirada parecida sobre las redes sociales, ese fenómeno que significa un progreso notable en beneficio de la rapidez de la información -hay un mundo de la información antes y después de las redes sociales. ese es su lado bueno-. Su otra cara es que sirvieron y sirven para difundir información falsa. No olvidemos que en este mundo se ganaron y se perdieron elecciones, y se ganaron y se perdieron plebiscitos, por la desinformación de las redes sociales.
Las redes sociales no matarán al periodismo. Por el contrario, lo harán más necesario porque la información veraz está en el periodismo serio. El periodismo sobrevivirá con otros formatos y con otros ritmos, pero sobrevivirá a las redes sociales.
Creo que también compartimos que los periodistas tenemos derechos, pero también tenemos deberes.
El deber de chequear la información antes de publicarla. La información debe ser cierta o no es información. Y para eso debemos consultar con todas las fuentes, aunque estas no nos gusten. Si los periodistas consultáramos solo a las fuentes que nos son simpáticas, dejaríamos de ser periodistas.
Tenemos el deber de respetar un límite moral. El respeto a la vida privada, salvo cuando las personas públicas hacen de su vida privada una cuestión pública.
El deber de respetar la vida y la muerte. Y el respeto a la verdad o lo más cerca de ella que podamos llegar.
Creo personalmente, y espero que algunos lo compartan, que los periodistas tenemos el derecho a criticar, pero no a ofender.
Tenemos el derecho a disentir, pero no a difamar.
Tenemos el derecho a una opinión propia, pero sin desconocer que existen otras opiniones distintas de las nuestras.
Tenemos el deber de respetar los hechos…y las palabras. El significado exacto de las palabras.
Personalmente también creo que la vieja pregunta sobre la relación entre el periodismo y el poder se responde de una sola manera: si el periodismo no es crítico del poder pierde su razón de existir. Un periodismo al servicio del poder, de cualquier poder, significa la derrota del periodismo».