Quinindé, Ecuador – La muerte a tiros del periodista Patricio Aguilar, fundador y editor del periódico comunitario El Libertador, conmocionó profundamente a sus colegas y a la comunidad de Quinindé. Aguilar, quien cubría la presunta liberación de una víctima de secuestro el pasado 4 de marzo, recibió más de 30 disparos.
Para Henry Córdova, colega y amigo de Aguilar, este fue el momento más doloroso de sus 16 años de carrera. Tuvo la difícil tarea de confirmar la trágica noticia y transmitir la ceremonia fúnebre.
Este asesinato se enmarca en un contexto de creciente violencia en la provincia de Esmeraldas, azotada por la inestabilidad política y el avance del crimen organizado desde 2022. Esta situación, sumada a la precariedad laboral y la falta de protección estatal, genera un ambiente de alta vulnerabilidad para los periodistas en la zona fronteriza con Colombia.
El crimen de Aguilar es el primero contra un periodista en Esmeraldas desde el secuestro y asesinato de tres trabajadores de El Comercio en 2018. Diana Amador, de Periodistas sin Cadenas, señala que este hecho marcó un punto de inflexión en la seguridad de los periodistas en el país, especialmente en una región «caliente» por la presencia de grupos criminales y su cercanía a disidencias guerrilleras colombianas.
Córdova explica que la violencia generalizada expone a los periodistas, quienes se encuentran en la «línea de fuego» al cubrir los hechos. Un informe de Periodistas sin Cadenas documentó 32 ataques contra medios y periodistas en las provincias fronterizas entre junio de 2021 y octubre de 2024, 13 de ellos en Esmeraldas.
Diez días después del asesinato de Aguilar, las autoridades no han ofrecido información oficial detallada sobre el caso. Córdova lamenta la falta de una declaración oficial ante la brutalidad del crimen contra un reconocido trabajador de prensa.
A pesar de existir un mecanismo de protección para periodistas desde 2022, organizaciones como Periodistas sin Cadenas lo consideran inútil por la falta de presupuesto asignado por el gobierno en los años 2024 y 2025.
La inseguridad ha llevado a periodistas como Córdova, quien ha sufrido persecución política y agresiones, a tomar serias precauciones y a autocensurarse, evitando cubrir ciertas zonas o temas. En Esmeraldas, las ciudades están divididas por «fronteras invisibles» impuestas por bandas criminales, obligando a los periodistas a conocer el territorio controlado por cada grupo para poder trabajar.
La falta de protección y las limitadas oportunidades laborales empujan a muchos periodistas a la informalidad y a la creación de medios digitales precarios. Los salarios son bajos y la falta de equipos de seguridad es una constante.
Patricio Aguilar, a diferencia de muchos colegas que habían dejado de cubrir la violencia, se dedicó a informar sobre la inseguridad en Quinindé a través de su periódico El Libertador. Su cercanía con la comunidad y su valentía al cubrir la realidad lo convirtieron en una figura clave, cuya ausencia deja un vacío palpable en la ciudad. Su asesinato se presume como una represalia por su constante denuncia de los actos violentos atribuidos al crimen organizado.
Fuente: Latam Journalism review